La primera vez que fui a Hacinas desde Valladolid mi madre me había preparado sus míticas croquetas, con poca sal en atención a mi nuevo régimen, pero aún así gloriosas.
Me he acordado de ellas (y de mi madre) al ver en la Ilíada el epíteto 'divina sal' (9.214: ἁλὸς θείοιο, en genitivo); casi se me saltaron saladas lágrimas al leerlo.
Me apresuré a apuntarlo para contárselo a mis alumnos (y a vosotros), apostillando lo de que cada lectura de los grandes libros es distinta, pero luego miré en mis notas del año pasado y resulta ya lo había resaltado; ya me había llamado la atención, aunque no por los mismos motivos. Quizá el año pasado simplemente lo vi en plan sociológico (lo cara y valorada que era la sal d'aquela).
De qué distinta manera leo ahora lo de la 'divina sal', ay.
Sí, divina sal marina. Pero, yendo al grano, Ángel (y hoy, por cierto, felicidades otra vez por otro de tus santos): en la Ilíada, ¿se habla o no se habla de croquetas? A mí me parece que acerca de esto, buscando bien, hasta se encuentra una receta en Apicio.
ResponderEliminarEn la Ilíada no: en la Tebaida hay una receta atribuida a Polinices, de aquel banquete que se tomó tan a mal Edipo. Es un fragmento que se te pasó cuando la tesis.
ResponderEliminarJe; me recuerdas al cuento aquel del rey de las tres hijas, el saco de sal y los pobres pavos que no tenían culpa de nada...
ResponderEliminar