Hace un año me enteré de que la Fundación de Antonio Fontán había publicado las cartas que había escrito a Agustín López-Kindler en los últimos años de su vida y me apresuré a pedirlas, porque eran dos catedráticos de latín, maestro y discípulo, los dos del Opus Dei (uno laico, otro luego sacerdote), Fontán muy implicado en la política española, López-Kindler alejado de ella, viviendo muchos años en Suiza.
Ahora en la web han colgado el pdf, para quien quiera leerlo.
A Antonio Fontán la muerte le impidió ver el descrédito definitivo -me parece, al menos a mí me ha pasado y no creo que nunca ya crea en ninguna- de la monarquía española. No sé qué pensaría de lo que ha acabado siendo el PP, ese partido en el que él tanto se implicó -desde lejos-, ahora sin ideales ni ilusiones. Es conmovedor ver cómo dos veces le manda a López-Kindler un poema de Luis Alberto de Cuenca (de El otro sueño, 1987), este:
ESPAÑA
Es un lugar muy triste que ha prohibido los héroes
y ha dejado pudrirse las rosas del escándalo.
Siempre he vivido en él. No sé si en otra parte
habrá tantos borrachos y chicas tan espléndidas.
Es sólo un lugar pobre que ha perdido su alma
sin ganar nada a cambio, un lugar sin futuro,
un puñado de tierra desunido y estéril.
Por él daría mi sangre hasta la última gota.
Y luego los comentarios que hace sobre literatura romana, sobre el mundo del periodismo, sobre sus afanes diarios: es admirable. Se echa en falta gente como él ahora.
Otro de lo mismo:
ResponderEliminarY cuando ya por fin me he decidido
a apretar el gatillo
y soltarle a la Patria en pleno rostrum
esa opinión que llevo entre los dientes,
como un muelle contraído, desde los reyes godos;
cuando lo de esta vez ya es demasiado
y ya me encuentro en el apunten, fue
llega de pronto el vino del Ribeiro
o los esparraguicos de Tudela,
o llega, qué sé yo, las hayas de Tacheras,
un olor sevillano,
unas cuantas montañas, Las Meninas,
palabras de Cervantes, Machado, Garcilaso,
«un no sé qué que quedan balbuciendo»,
y el grito retrocede silenciosa-
mente, rabo entre piernas,
y en el fondo de mí la sangre se avergüenza
de haberle sido infiel a tanta España...
hasta que se presenta
la «canción española» con su olor a sobaco,
Goya con la familia de cacacarlos IV,
Pamplona venerando a San Fermín obispo
con cogorza coral
y coitos interruptos en todos los idiomas
—veneración venérea—,
nuestra invencible selección de fútbol
que una vez más regresa triunfalmente
zurrada 4 a 0, nuestros retretes públicos
(quizá nuestro más típico género literario),
nuestros transportes públicos,
nuestras mujeres ídem, tan prolíficas,
o viene miguel d’ors, sin ir más lejos,
mi alter ego manchego,
y entonces enrojezco como el Etna, ya basta,
ni hablar de seguir siendo parte de este sainete,
hasta aquí hemos llegado, se acabó
(regrese, por favor, al primer verso)
10/11-II-85
d'Ors , Miguel