No sé si está pensado así, pero la cara -nada erótica, parece- de Leo Strauss en la portada a lo que me recuerda es a Sócrates, ese Sileno feo que en el Banquete de Platón explicó lo que es el eros: esa aspiración por la belleza al bien del que no tiene belleza ni bien y las quiere, claro, porque eso es ser filósofo.
Y el filósofo, si no sabe ejercitar la prudencia, puede acabar como Sócrates: la política para Strauss -si lo he entendido bien- es el ámbito donde el filósofo sabe gestionar para los demás él cómo vivir.
Los primeros capítulos se mueven en un ambiente de filosofía y judaísmo en la Alemania de principios del siglo XX: Scholem, Cohen, Jacobi, Arendt, Buber, Benjamin; para mí, casi todos poco más que nombres y una vaga idea (en el mejor de los casos) de su importancia.
Y en ese contexto está Strauss, un filósofo que se definía como nietzscheano y epicúreo*, y que se mueve en la línea de discusión filosófica que parte de Hegel pero que él continuamente puentea volviendo a los filósofos árabes y sobre todos judíos, pero al final especialmente a los griegos.
Y yo en todo ese baile de la lectura de este libro era la fea que -sin ser Sócrates- quiere amar la belleza del bien. Y entonces -siguiendo el consejo de Platón- me tiro a la piscina, aunque vaya pisando callos de bailarines avezados: un filólogo colado en la fiesta de la filosofía, cómo se atreve.
Pero algo hay que hacer: ahí se juega el juego. Y hasta el joven Strauss salió de alguna clase de Heidegger "sin comprender ni una palabra" (65) -aunque ya se ve que en realidad mucho más que la mayoría, y luego sí que lo entendió, parece.
Pero aunque nadie me había invitado al baile, ya solo estar allí fue un placer. No me voy a poner aquí a copiar, pero daré tres ejemplos:
-Aparece Jacobi y resulta ser apasionante: frente al salto de fe de la Ilustración, el salto de la razón en el vacío de la fe es un "salto mortal", porque afirma que "aquello que tengo presente tanto en los sentidos como en la fe espontánea sobre el mundo (la creencia en Dios, en la naturaleza y en un espíritu personal) se corresponde con la realidad del mundo" (54).
-"Strauss y Ebbinghaus compartían la sospecha de que en el presente nos hallamos en una segunda caverna de la que sólo puede salirse abandonando ciertos prejuicios modernos, como el de que la verdad es una de las propiedades del progreso. Si se quiere hallar la salida de la caverna es necesario tomarse en serio la posibilidad de que en los viejos libros se encuentren verdades relevantes para (y sobre) el presente" (60).
Explica luego Gregorio Luri que eso de la segunda caverna es una imagen de Nietzsche para criticar el historicismo y que para ascender de la segunda a la primera "necesitamos aprender leyendo (lesendes Lernen) porque en los grandes libros se encuentra lo que está ocultado por el círculo historicista del presente: la intemporalidad de los problemas del hombre" (101).
Y no quiero dejar de poner aquí un párrafo entero, que además me parece bastante autobiográfico (de Gregorio Luri, no de Strauss, quiero decir):
En general, los "adeptos a la nueva ciencia" defienden de buena fe, pero no por ello se ha de dar por supuesta su inteligencia, que su rechazo frontal a todo tipo de creencia les viene impuesto por la honestidad intelectual. Pero la probidad intelectual no es la verdad, sino un género de abnegación que ha reemplazado al amor de la verdad, porque no se puede amar lo que repugna. La probidad intelectual no es otra cosa que increencia no razonada, seguramente acompañada de una vaga seguridad de que ya ha sido resuelta la oposición entre increencia y creencia. La primera cae fácilmente en el dogmatismo del desprecio y la condena de todo lo que no entiende, mientras que el amor a la verdad sabe muy bien cuál es la dimensión de su ignorancia y está por ello más próxima a la prudencia" (170).Una maravilla de libro lo que ha hecho Gregorio: no me sorprende comprobarlo, pero me alegra muchísimo; y mucho que voy a disfrutar en una próxima segunda lectura, porque hay mucha tela que cortar en él.
Y mucho que decir sobre los griegos (pero eso lo dejo para mañana).
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*"bastante apiquorsic [en la tradición rabínica, término para 'epicúreo'], pero espero que el Boss no me condenará, porque es un dios misericordioso y él sabe mejor que nosotros qué tipo de seres son necesarios para hacer del mundo un mundo" (p. 323.)
Gracias, amigo, por tu generosidad.
ResponderEliminarSólo se me ocurre alñadir: Eu prattein.
Q fuerte Ángel!! Te capto sin captarte....you remember when I told you about "THE NEVERENDING HISTORY" JEJE
ResponderEliminarQué bueno es el parrafito que citas sobre la "probidad intelectual". Qué buenísimo.
ResponderEliminarEnhorabuena al autor y gracias a ti por traernos estas cosas.
Rechazo frontal a la creencia: je, je.
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