sábado, 18 de agosto de 2012

Niego

Me había costado bastante encontrar el sitio. Cuando por fin llegué al número 2 de Hälsingegatan tardé en caer en la cuenta de que se entraba por la puerta de la casa de vecinos. Luego estuve un rato marcando en una botonera un número que descubrí después que era de otra casa: salía un mensaje grabado en sueco y yo no sabía qué estaba haciendo mal. Cuando acerté por fin y se abrió la puerta me quedaba menos de media hora (delirante horario: de 12 a 4).

Y le dije a la anciana de pelo blanco del Museo Judío que qué podía hacer.

Y me dejó pasar gratis -una chica joven a su lado me miraba con reprobación.

Y la anciana, para suavizar su bondad me preguntó:

-¿Es usted judío?
-No, soy español.

Y no cantó un gallo para que yo no pudiera convertir esto en un microrrelato.

4 comentarios:

  1. Este episodio habrá fortalecido los prejuicios raciales de la joven que te miraba con reprobación. Eso si no lo achaca a tu presumible catolicismo...

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  2. Es que estaba viendo cómo me estaba colando sin pagar. La comprendo, pero es que cobraban casi diez euros y eran dos habitacioncitas: hay 84 museos en Estocolmo y en todos hay que apoquinar bastante.

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  3. ¿Qué hay en el museo judío de Estocolmo?

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