Esta entrada de A. T. en la que habla de revolanderas, una especie de artilugios espantapájaros de Extremadura, me recordó a algo que hacía mi padre.
Cogía uno de esos cardos grandes secos y lo pelaba hasta que quedaba una especie de esqueleto de tres ramas, como un tridente. Luego la rama del medio la recortaba e insertaba en ella otra transversal, que giraba y hacía ruido al chocar contra las otras dos: era como un sonajero gigante o como una carraca de sonido débil y monótono.
Pero lo que más me alegra recordar ahora es con qué alegría lo hacía mi padre. Y luego lo contento que se ponía cuando acababa uno y lo regalaba.
Qué palabra más bonita, con esa mezcla de sonajero y matraca.
ResponderEliminarLo cuentas como si fuera fácil, pero no debe de ser tan sencillo conseguir que un cardo gire y suene.
Tendrías que intentar hacer uno (y no diré regalármelo para mi jarro de yerbas del campo secas, pero al menos hacerle una foto y colgarla).