Si fuera supersticioso habría aparcado otra vez el coche de vuelta en el garaje, justo a continuación de haberle dado un beso, justo cuando salía, al A4 de una señora que llevaba a sus niñas al colegio.
Iba justo de tiempo y ella quería que hiciéramos los papeles del seguro, pero al final conseguí retrasar aquel prolijo formulario para la vuelta; y el lunes me contó que sus hijas decían: jo, qué enfadado estaba ese señor (¡y la culpa del choque era mía!).
Iba justo de tiempo y ella quería que hiciéramos los papeles del seguro, pero al final conseguí retrasar aquel prolijo formulario para la vuelta; y el lunes me contó que sus hijas decían: jo, qué enfadado estaba ese señor (¡y la culpa del choque era mía!).
Por suerte seguí adelante, sin querer considerarlo un presagio de nada, y el hecho es que pasé dos grandiosos días en León, dando unas clases sobre literatura griega y/o cristiana en un Master con alumnos atentos y participativos. Y en los ratos libres me pude llenar los ojos de bellezas (artísticas).
Y aunque en el viaje de ida me rondaba el runrún de los papeles del seguro y de no haber mirado al salir, era maravillosa la Galicia que pasaba veloz ante mis ojos; y nos desviaron unos kilómetros por la antigua carretera y el Bierzo estaba florecido de frutales como para quedarse allí también unos días, pero no, que tenía que ir a dar unas clases a León.
Y aunque en el viaje de ida me rondaba el runrún de los papeles del seguro y de no haber mirado al salir, era maravillosa la Galicia que pasaba veloz ante mis ojos; y nos desviaron unos kilómetros por la antigua carretera y el Bierzo estaba florecido de frutales como para quedarse allí también unos días, pero no, que tenía que ir a dar unas clases a León.
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