Por seguir con la entrada (y los comentarios) de ayer; y para seguir preguntándonos si el arte puede reducirse a matemática, geometría, ritmo (y si eso se puede decir de la realidad en su conjunto) un texto de Introducción al cristianismo de Ratzinger (p. 131-2; ¡negritas mías!):
¿Es que puede el matemático, que estudia matemáticamente las cosas, encontrar en el universo algo que no sean matemáticas? ¿No habría que preguntarle mucho antes si ha / contemplado el mundo desde otro ángulo que el puramente matemático? ¿No tendríamos que preguntarle, por ejemplo, si al ver un almendro en flor, no le ha llamado la atención que gracias al trabajo conjunto de las abejas y el árbol, el proceso de fructificación no se realiza sino pasando por la floración, es decir, por esa increíble y superflua maravilla de lo bello, que a su vez no se puede comprender si uno no se implica y colabora en lo que ya es bello de por sí, aun sin nosotros? (...) El hombre que busque una visión del todo tendrá que decir: es indudable que en el mundo encontramos la matemática objetivada, pero no lo es menos que hallamos también la inaudita y misteriosa maravilla de lo hermoso. Digámoslo más exactamente: en el mundo hay fenómenos que se presentan como bellos al espíritu del hombre, de forma que puede afirmar que el matemático que los ha hecho posee una fantasía creadora realmente inaudita.
Si señor: Estética vs. Ciencia Exacta. Por eso resulta tan rara en el panorama epistemológico disciplinas de compromiso como la Filología, que intenta aunar los dos puntos de vista (aparte del histórico, claro). Chema
ResponderEliminarMe vino a la cabeza un comentario —ya no recuerdo de quién— sobre la diferencia entre el arte medieval y el arte moderno: en el arte medieval se trata de la encarnación de una idea; en el moderno, de la idealización de una realidad (sensible).
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