martes, 8 de febrero de 2005

Lasso de la Vega

José Sánchez Lasso de la Vega fue catedrático de Griego de la Universidad Complutense y murió hace pocos años. Es uno del pequeño grupo que consiguió levantar la filología clásica en España de la nada a un nivel muy elevado (aunque claro, España ni se ha enterado). Es mítica su erudición; a veces escribía con un estilo latinizante muy curioso y parece que además era muy buena persona (aunque lo primero debería ser eso de que era buena persona).
Hoy he encontrado una ficha que hice de un trabajo suyo, "Grecia y nosotros", Revista de la Universidad de Madrid, 1960, p. 441-81 (reeditado en Ideales de la formación griega, Madrid, Rialp, 1966, p. 33):
Hoy la filología clásica, desengañada de historicismo, ha vuelto sus ojos hacia aquella apetencia de 'hacer al hombre más humano' hominem humaniorem facere, a la que parecía haber renunciado, hacia el decidido propósito de, salvando los valores tradicionales de la cultura clásica, servir a una intención educadora del hombre actual. Está convencida de que el Helenismo contiene no en su plenitud inconcusa e imperfectible -como defendiera el Humanismo ideal anticristiano, aristocrático y antiprogresista de Niethammer, el pedagogo amigo de Hegel-, pero sí en germen y como entelequia el ideal humano de Occidente.
En la p. 34 hace una lista de valores de Grecia:

La idea de la libertad personal y política, el hombre como razón (logos) y el despertar de la intimidad del hombre consciente de su mismidad personal, la elasticidad fluyente del pensamiento frente al dogma, la idea del mundo como kosmos [en griego], orden indispensable de la realidad.

Da un poco de pena leerlo porque la Filología Clásica parece que se ha olvidado bastante de ese ideal neohumanista que tiene como representantes a pesos pesados como Jaeger. No se puede decir que yo haya hecho algo en esa línea tampoco, pero bueno, habrá que ponerse a ello sin caer en simplificaciones ni en lo apologético.

Hay que recordar además -aunque son bien conocidas- las limitaciones más claras de la cultura griega clásica: su desprecio de la mujer, su desprecio de los inferiores y su visión limitada de la divinidad, en el mejor de los casos un ser sólo poderoso y solitario (con lo que eso supone de visión limitada del amor, claro). Si no hay amor matrimonial (o no es muy visible), a los hijos (tampoco muy visible) si no hay amor a Dios, el máximo ideal es el de la amistad (bien, pero poco).
Por todo ello es importante ver lo que supuso el cristianismo, que nació y creció en el imperio griego -mejor, en el imperio romano de cultura griega-, de revolución. Pero si juntas lo mejor de la cultura griega y el cristianismo el cóctel es sin duda explosivo.
Por lo demás, la filología clásica sigue mirando con recelo al cristianismo, como a un advenedizo que le robó la cartera a la cultura clásica deturpándola (mi pequeño homenaje a Lasso: deturpare es un cultismo, estropear). De hecho, hasta hace poco, en las historias de la literatura clásica se borraba a los autores griegos cristianos: escribían en griego pero parece que eso no bastaba; había que ser pagano para entrar en el canon. Siempre he pensado que si volviéramos a la Atenas clásica nos horrorizaría en gran parte: fue un gran paso, pero no podemos recuperla tal cual, aunque siempre haya nostálgicos, como ese profesor (muy competente por lo demás y cuyo nombre voy a dejar en la sombra) que echaba de menos la religión griega clásica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario