jueves, 16 de diciembre de 2004

Interés de la Biología

Supongo que a Antón le gustará este texto de Aristóteles:
De los seres naturales unos no fueron engendrados, son incorruptibles y existen por toda la eternidad, otros, en cambio, participan de la generación y la corrupción. Pero nuestro conocimiento sobre los seres nobles y divinos es escaso, pues son muy pocos los hechos visibles por los sentidos con los que se podría investigar a esos seres sobre los que tanto anhelamos saber. En cuanto a los seres perecederos, tanto plantas como animales, tenemos más fácil el camino para conocerlos: cualquiera podría recabar muchos datos sobre cualquier género de los existentes, con tal de querer esforzarse lo suficiente.
Pero cada uno de estos mundos tiene su propio encanto. Lo poco que podamos llegar a saber de los seres superiores nos resulta, sin embargo, más agradable (debido a lo valioso de su conocimiento), que todo lo que tenemos a nuestro alrededor, del mismo modo que contemplar una parte pequeña y al azar de los objetos amados es más dulce que ver con exactitud otras cosas por muchas y grandes que sean.
En cambio, los otros seres, debido a que nuestro conocimiento de ellos es mayor y más amplio, dan lugar a una ciencia más vasta, y además, como nos son más cercanos y más familiares a nuestra naturaleza, suponen una compensación, en cierto modo, de nuestras limitaciones en el conocimiento de los seres divinos. Pero puesto que de éstos ya hemos tratado exponiendo lo que nos parecía, queda por hablar de la naturaleza viviente, no dejando de lado nada (en la medida de lo posible), sea humilde o elevado. E, incluso en los seres sin atractivo para los sentidos, a lo largo de la investigación científica, la naturaleza que los ha creado ofrece placeres extraordinarios a quienes son capaces de conocer las causas y sean filósofos natos. Sería, pues, ilógico y absurdo que, si nos alegramos contemplando sus imágenes porque consideramos el arte que las ha creado, sea pintura o escultura, no amásemos aún más la observación de los propios seres tal como están constituidos por naturaleza, al menos si podemos examinar las causas.
Por ello es necesario no rechazar puerilmente el estudio de los seres más humildes, pues en todas las obras de la naturaleza existe algo maravilloso. (...) Hay que acercarse sin disgusto a la observación de cada animal, porque en todos existe algo de natural y hermoso.
(Partes de los animales, 644 b 22-645 a 23. Vi la cita en Jonathan Barnes, Aristotle. A Very Short Introduction, Oxford, 2000, p. 139-140 y la traducción es la de Elvira Jiménez Sánchez-Escariche en la Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 2000, p. 72-74, aunque la he cambiado, pulido, recortado y retocado yo)

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