Bien, hace unos días acabé La manía, de T. Si fuera menos impaciente esperaría unos meses, volvería a leer el libro (que es lo que voy a hacer dentro de pocos meses) y tendría una opinión más fundamentada y más argumentada.
De hecho mi opinión poco importa (y aquí ensayo un poco de humildad fingida, ya lo sé, pero es que también es un hecho): lo que importa es la obra de Trapiello, tan importante para la literatura española (y para mí, y para mis gustos literarios y artísticos).
Gracias a la antología de Renacimiento preparada por Sánchez Rosillo (y
la reseña de García-Máiquez) redescubrí su poesía y comprendí que es lo más valioso de su obra. Ahora estoy con
Rama desnuda, que publicó en 2001, año que recoge en este volumen de sus Diarios, que está en continuidad con los demás, pero es el menos parecido a los anteriores. En
La manía asistimos en primera fila al taller del escritor.
Lo que
decía del prólogo el otro día
(y el prólogo lo tenéis aquí, en pdf) es lo que leemos en este volumen; yo le recomendaría este libro a todo el que quisiera dedicarse en serio a ser escritor. Le diría: mira, mira cómo trabaja, mira qué constancia, qué rigor, como se parte la cara. Mira cómo es la vida literaria: cómo están todos mirándose, qué resquemores hay, cómo dependen tantas cosas de las críticas. Mira qué fuerza de carácter hay que tener para ser constante en un proyecto vital y literario que quizá se valore sólo con los años.
Sí, es lo que se dice en el prólogo: la manía de escribir, la grafomanía, la literatura y la vida, los diarios que sustituyen a la vida, el vivir para contar. Eso es lo que nos ofrece con una maestría prodigiosa en este volumen. No es un plato fácil: sería como la cecina (si no se asociara a una comida castiza), o quizá como la carne de venado (si supiera cómo sabe esa carne): es un plato fuerte, no apto para paladares delicados, pero sabroso, de madurez, de una madurez espléndida.
Pegas: demasiado espacio dedicado a glosar y corregir La noche de los cuatro caminos, que me pareció un libro fallido, por lo demás. Demasiado espacio dedicado a criticar a Vila-Matas, que ya había quedado bien retratado en el volumen anterior.
Sorpresas agradables: la alegría de ver que le gusta Verde agua, el libro de Marisa Madieri; y totalmente de acuerdo en valorarlo por encima de toda la obra del marido, Claudio Magris, que hace años a mí me gustaba tanto. Alegría de ver que también le harta Steiner.
Y las varias veces que me reí a carcajadas leyéndolo.
Y la visita a Venecia, lo mejor.