Hemos ido a Misa a primera hora a Conxo; yo iba un poco escamado, por el Cristo de Gregorio Fernández que vi hace años y que me decepcionó tanto: dolía pensar en ese Cristo repintado por algún masón y recordar tantas imágenes de Valladolid.
Pero a las nueve y media de la mañana y con sol en este día de fiesta ¿quién puede estar triste? Entramos: el Cristo, justo al lado de la entrada, no estaba mal, pero la cabeza era una pena. La Misa: pedimos por España y por los países de Hispanoamérica: la Virgen que se apareció en carne mortal a Santiago en aquella canción que aprendíamos con ocho años con doña Encarna.
Al acabar me acerco al crucero; en uno de los lados hay una puerta que da paso a una capilla con un retablo de Simón Rodríguez, que me gusta tanto. Y resulta que ahí hay tres retablos maravillosos, barroco de placas que es un puro desparrame, en madera y en piedra, un derroche: el barroco en tres dimensiones, eso sí que te es un feito diferencial galego (y Gregorio Fernández era de Sarria, Lugo).
Nos acercamos. En el centro del retablo central ¡eh, para! un Cristo muy bonito; ¡eh! es muy bueno, pero, sí (y el mercedario lo confirma): sí, ese es el Cristo de Gregorio Fernández y qué mirada, aunque esté muerto; qué cabeza tan hermosa, puro dolor pero ya pasado, con el costado ya abierto. Qué hermoso y qué dolor verlo y qué alegría.
ACTUALIZACIÓN (un rato después). Me voy todo emocionado al libro de Martín González: dice que el Cristo como mucho es del taller de Gregorio Fernández, que es malejo. Perplejidad. No sé qué pensar. Miedo a haber juzgado por etiquetas. ¿Será un caso clarísimo de wishful thinking?
Más buscar en google, esta vez por 'Conjo' (así lo pronuncia la gente mayor). Me encuentro este texto:
ACTUALIZACIÓN II (otro rato después). Veo que Dani ha sacado de no sé dónde Santa María la Real de Conxo, libro de don Alejandro Barral (A Coruña, 1992), donde se habla en detalle de la imagen. Explica muy bien cómo la habían maltratado, hasta el punto de dejarla irreconocible, lo que explica el juicio de Martín González. En 1981-83 se hizo una restauración-recreación, aunque respetuosa, porque a la imagen original le habían quitado el pelo, la barba y hasta una oreja; y también se habían cargado el paño de pureza. La imagen actual es buena, muy buena, pero obra de un escultor-restaurador a partir de los modelos de Fernández. Bueno, bien, podría haber sido mejor la cosa, pero la imagen a mí me conmovió y ahora me gustaría volver a verla.
Pero a las nueve y media de la mañana y con sol en este día de fiesta ¿quién puede estar triste? Entramos: el Cristo, justo al lado de la entrada, no estaba mal, pero la cabeza era una pena. La Misa: pedimos por España y por los países de Hispanoamérica: la Virgen que se apareció en carne mortal a Santiago en aquella canción que aprendíamos con ocho años con doña Encarna.
Al acabar me acerco al crucero; en uno de los lados hay una puerta que da paso a una capilla con un retablo de Simón Rodríguez, que me gusta tanto. Y resulta que ahí hay tres retablos maravillosos, barroco de placas que es un puro desparrame, en madera y en piedra, un derroche: el barroco en tres dimensiones, eso sí que te es un feito diferencial galego (y Gregorio Fernández era de Sarria, Lugo).
Nos acercamos. En el centro del retablo central ¡eh, para! un Cristo muy bonito; ¡eh! es muy bueno, pero, sí (y el mercedario lo confirma): sí, ese es el Cristo de Gregorio Fernández y qué mirada, aunque esté muerto; qué cabeza tan hermosa, puro dolor pero ya pasado, con el costado ya abierto. Qué hermoso y qué dolor verlo y qué alegría.
ACTUALIZACIÓN (un rato después). Me voy todo emocionado al libro de Martín González: dice que el Cristo como mucho es del taller de Gregorio Fernández, que es malejo. Perplejidad. No sé qué pensar. Miedo a haber juzgado por etiquetas. ¿Será un caso clarísimo de wishful thinking?
Más buscar en google, esta vez por 'Conjo' (así lo pronuncia la gente mayor). Me encuentro este texto:
El tiempo ha empezado hoy a nublarse, y viene el invierno, de lo que me alegro, pues los días buenos me cansan ya porque no me dejan trabajar... Anteayer fui a Conjo y nos enseñaron el Cristo. Me ha gustado muchísimo el rostro, y una Virgen de los Dolores que hay allí, también me pareció buena, aunque era ya algo noche y no la pude ver bien. El Cristo nos lo enseñaron con luz. Yendo a pasear hacia allí, entramos después con unos señores y nos aprovechamos de la ocasión. ¡Y el bosque, qué hermosísimo estaba! Era materialmente el suelo un mar de hojas secas; no quiero decirte cuánto me acordé allí de ti. Pero estuve muy triste. ¿Cuándo nos veremos? Ya me parece que hace un año que no te he visto. Adiós, querido de mi corazón, y haz cuanto te sea posible por que esta separación no dure mucho. Un beso.La que escribió esto fue Rosalía.
ACTUALIZACIÓN II (otro rato después). Veo que Dani ha sacado de no sé dónde Santa María la Real de Conxo, libro de don Alejandro Barral (A Coruña, 1992), donde se habla en detalle de la imagen. Explica muy bien cómo la habían maltratado, hasta el punto de dejarla irreconocible, lo que explica el juicio de Martín González. En 1981-83 se hizo una restauración-recreación, aunque respetuosa, porque a la imagen original le habían quitado el pelo, la barba y hasta una oreja; y también se habían cargado el paño de pureza. La imagen actual es buena, muy buena, pero obra de un escultor-restaurador a partir de los modelos de Fernández. Bueno, bien, podría haber sido mejor la cosa, pero la imagen a mí me conmovió y ahora me gustaría volver a verla.
No es por defender a los masones que (supongo) se defenderán solos. Pero la nómina de cristianos repintadores de imágenes es larguíiiiiisima. Conocí a un cura que le cortó la cabeza a una Inmaculada y se la sustituyó por una patata para convertirla (es un decir) en San Pedro. Lo vi con mis ojitos. En cuanto a tu precioso texto, contagias felicidad. Y eso se agradece mucho.
ResponderEliminarsigo tu blog desde hace tiempo pero nunca comenté nada. Sin embargo, esta entrada se ha unido misteriosamente con el libro que ahora leo y que me gustaría recomendarte: "Al sueño de la muerte hablo despierto" de Tomás Alfaro Drake. Son cartas desde aquí a artistas que están en el más allá. Y creo que te gustará. A mí me lo recomendaron así y estoy disfrutando mucho.
ResponderEliminarCarlos, lo de los masones lo decía medio en broma. Tenías que ver cómo quedó la imagen cuando en el siglo XVIII le pusieron pelo y barba postizos: para perder la fe; quizá la escanee y la ponga, porque es tremenda. Sí que he escaneado la imagen restaurada pero la foto no le hace justicia; es un misterio, pero a Gregorio Fernández las fotos le perjudican: es el caso más claro de la necesidad de ver el arte 'en directo'.
ResponderEliminarPor lo demás, me alegra que se perciba la alegría, porque eso pretendía.
Alfonso, me apunto la referencia: encantado de conocerte a ti y a tu blog.