En plena fiebre por Gregorio Fernández, saqué de la biblioteca el libro* de Martín González; mirando por encima, vi que el sagrario de Villaveta, pueblecito que está al lado de Castrojeriz, era suyo**.
En una nota, se remitía a un artículo*** de Alfonso E. Pérez Sánchez, uno de los grandes con él del arte moderno español (entre otras cosas fue director del Museo del Prado). Lo busqué porque creía que podría encontrar el nombre de mi padre, y así era.
Por la noche me llamaron mi madre y mis hermanas: cinco años se cumplían desde que murió mi padre; le echamos mucho de menos.
Me dejaréis que transcriba el inicio del artículo de don Alfonso (así lo llamó siempre mi padre, con enorme respeto):
El entusiasmo y la diligencia de D. Angel Ruiz Garrastacho y D. Jesús Ordóñez Tapia, Maestros Nacionales ambos, y el primero alcalde de la Villa de Castrojeriz (Burgos), han puesto en mis manos unos curiosos manuscritos procedentes del pueblo de Villaveta, en la provincia de Burgos, que a su vez les fueron facilitados a ellos por D. Aniano Calleja Escribano, alcalde de aquel pueblo. Con ejemplar atención y escrupulosidad han realizado estos maestros la transcripción de los manuscritos y me la han ofrecido por si estimaba que había en ellos algo de interés para la historia del arte. Desde sus Escuelas Nacionales, ambos han realizado una excelente labor de valoración y conocimiento del riquísimo tesoro artístico de su villa, premiada varias veces en el simpático ámbito del programa Misión Rescate de Radio y Televisión Española, que tanto bien ha hecho en este mundo escolar. El descubrimiento y publicación de estos papeles, que habrán de estar ya siempre vinculados a sus descubridores, suministra, como veremos, interesantes precisiones para la historia de nuestro arte a muy diversos niveles, y además un curiosísimo y directo panorama de la España de la guerra de Sucesión, que a pesar de no relacionarse directamente con cuestiones artísticas, creo que merece la pena -dada su brevedad- no suprimirlo de la transcripción y darlo aquí como una viva estampa del escenario y del ámbito humano del narrador y lo narrado.Es el estilo de 1972, pero orgulloso estoy, claro. Mi padre tenía entonces 34 años. Don Jesús, amigo de mi padre, murió pocos años después, muy joven. Una de las últimas veces que vi arte con mi padre (siempre aprendía mucho; era toda una experiencia) fue en la iglesia de Villaveta, haciendo unas fotos para el libro que publicó sobre Castrojeriz y alrededores. En Villaveta vivía doña Antonia, una maestra muy amiga nuestra, a la que fuimos a visitar muchas veces allí. Es un pueblo que me trae un montón de recuerdos. Por aquellos papeles se supo que la iglesia era nada menos que traza de Rodrigo Gil de Hontañón y se pudo rastrear el sagrario hasta Gregorio Fernández.
Es una iglesia maravillosa, majestuosa, un prodigio de esbeltez en un pueblo muy pequeñito, que no llega ahora a los sesenta habitantes.
Mañana transcribiré algunas partes del manuscrito.
*Juan José Martín González, El escultor Gregorio Fernández, Madrid, Ministerio de Cultura, 1980.
**Juan José Martín González, "Varia. Un tabernáculo de Gregorio Fernández en Villaveta (Burgos); El crucifijo de la Academia de San Fernando", en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, 39, 1973, p. 512-22.
***Alfonso E. Pérez Sánchez, "Noticias sobre obras de arte en un pueblo burgalés", en Homenaje a Gómez Moreno. Revista de la Universidad Complutense, 83, 1972, p. 187-228.
Qué emocionante lo que nos cuentas.
ResponderEliminarLo de Castilla es impresionante. Cuando la atraviesas en coche, vas viendo pueblitos, algunos muy pobres, a los que no les falta su digna iglesia, recuerdo de un pasado remoto. Me emociona la riqueza de esta España nuestra, tan desconocida y olvidada por casi todos. Y me duele en el alma que luego se quieran negar -renegar de ellas, más bien- las raíces cristianas de España, y de Europa. ¡Dios mío!... pero si el cristianismo es lo que nos constituye. Está entretejido a nuestra historia, a nuestra alma, a nuestro paisaje; y de modo muy singular, en Castilla. Recuerdo haber tenido este mismo pensamiento pasando, de camino a Salamanca, por la carretera que va hacia Ontiveros (Ávila), donde nació nada menos que San Juan de la Cruz. Ya el paisaje de Castilla, tan desnudo, invita al alma a volar hasta Dios.
Gracias por compartir el recuerdo de tu padre con nosotros. Tienes motivos para estar orgulloso, aunque estoy segura de que él también lo estará de ti. Un fuerte abrazo.
Yo también me he emocionado leyendo la entrada. No me extraña que le echéis de menos. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarMi padre murió hace siete años y, aunque sabemos que está en un sitio mucho mejor, no dejamos de echarle de menos. Con lo intelectualmente inquieto que era, habría disfrutado muchísimo con tu blog y con el de Enrique.
ResponderEliminarBueno, también ahora estará ahora disfrutándolos desde arriba, pero no puede hacer entradas.
Qué emocionante entrada, sí. Y qué casualidad: yo conozco y admiro a A.E. Pérez Sánchez y en ese fragmento suyo que citas es verdad que se nota el estilo de aquellos años, pero también su elegancia y la generosidad con la que correspondió a la de tu padre y su compañero. Mucho ánimo.
ResponderEliminarEstá claro, de raza le viene al galgo. Cuando los padres faltan, da pena no haberles dicho lo que sentías en el fondo, qué orgulloso estabas de ellos. Cuántas cosas no se dicen nunca. Lo bueno es que ellos, ahora, lo saben.
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