No había visto ninguna película de Aki Kaurismäki, así que cuando un amigo en Valladolid me propuso ver una, la que quisiera, y salió su nombre, allí que me lancé: sobre Nubes pasajeras.
Bien, esta película me recordó para bien a los dioramas: los personajes aparecen encuadrados por la cámara en una escena casi siempre fija, con una decoración muy llamativa de colores pastel.
A veces pasan cosas fuera de plano, como me señaló este amigo. Otras veces la cámara se mueve y toda la teoría se descoloca.
Los actores me recordaban a títeres: destacaban por su casi absoluta falta de expresión, como máscaras griegas. Ah, finlandeses inexpresivos, dirá alguno. Pero el hecho es que te transmiten sus emociones sin reflejarlas en el rostro, o quizá de modo tan leve que tienes que fijarte.
Un medio importante de transmitir la emoción es la música, como pasa en la escena en que el marido conduce un tranvía y su mujer queda de pie y detrás. Van los dos en silencio y sin mover una pestaña. Hay una música de fondo como de melodrama años cincuenta. Es muy importante la música en esta película, sí que lo es.
De repente, un personaje se queda mirando a la cámara, o quizá a nosotros: ¿es una ruptura de la convención mimética? ¿se está saliendo del diorama?
Sesudas disquisiones cinematográficas, en Compostela®.
Al final no me queda claro si te gusta Kaurismaki o no. A mí me parece un gran director y lo suelo contraponer a Almodóvar, son el que tiene muchos puntos de similitud. Es como un Almodóvar al revés. Kaurismaki demuestra que se puede hacer buen cine, lleno de amor, libertad, poesía y cristianismo, utilizando gran parte de los mismos recursos.
ResponderEliminarExcepto alguna película supuestamente graciosilla, hay una gran humanidad en sus personajes y en cómo se enfrentan a la realidad. Angustia y humanidad. Es un cine de valores católicos, sin duda.
Sí que me gustó mucho, pensaba que se notaba en lo que escribí. Aprovecho, pues, para decirte y deciros que sí, que me parece muy bueno.
ResponderEliminar