Si un rey quisiera tomar unos esclavillos por hijos y dijese a aquellos esclavillos: «Quiéroos tomar por hijos y para esto quiero que un hijo no más que tengo enviarlo a Guinea, donde arde el sol mucho y andan desnudos, a mostrar aquellos esclavillos cómo me han de servir para ser mis hijos; envíolo para que deprendan de él y que él pase allí muchos trabajos, y con verle aprendan mi condición, cómo quiero que me sirvan». A Guinea fuiste, Señor, enviado a pasar tantos trabajos, desde que nacistes hasta que moristes en una cruz. ¿Pensáis que poco tormento fue a Cristo sufrir en sus narices el hedor de los pecados? ¡Oh, qué tormento tan grande! Poné a una casta mujer entre las malas mujeres y hacelda por fuerza vivir entre ellas y hablar y conversar con ellas. Yo os digo, de verdad, que ningún tormento mayor le pueden dar. Ponéme un hombre santo entre rufianes y blasfemadores, que dicen mal y blasfeman de Dios. Grandísimo tormento le dais. Ansí fue Cristo: conversar con pecadores, ver tantos pecados que tan mal le güelen. Vino Cristo a ser maestro de obras y a ser dechado donde todos los que habemos de ser hijos de Dios hemos de sacar de Él. Ha de ser nuestro blanco y nuestro norte por donde nos guiemos. Para que, mirando a Él, obremos como Él obró. Esta es la verdad de Dios, esta es la palabra que parece dura al corazón de carne. Este Señor es nuestro dechado: materia que dan a los niños para escrebir.*Lecciones sobre la primera canónica de san Juan (I) [en Obras Completas de san Juan de Ávila, II ed. L. de Sala Balust y F. Martín Hernández, BAC, Madrid, 2001, 118-343]. Este texto, p. 172 l. 199-220
sábado, 19 de abril de 2014
Anonadamiento en Guinea y con las malas
S. Juan de Ávila*:
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario