Vigeat semper ut decet his prasertim in locis memoria / feminae illius praeclarae venerabilisque inter servos / Dei Ludovicae de Carvajal, quae in Hispania nobilissimo / genero orta et in aula regum enutrita se totam / Deo devovit, ut etiam martyrio exoptato, exilium cum / christifidelibus in Anglia dira patientibus eligeret, itaque / anno 1605 Deo vocante, Londinium se contulit ibique novem / annos oratione fere perpetua miros fidei caritatisque / labores consecravit, ipsa pauper et aegra pauperes aegrosque / assidue fovit, dubitantes confirmavit, errantes in viam revocavit, / ipsos martyres confortavit, his ignominiam saevitiamque / carceres perpessa tandem studio, angustiis, morbo confecta / requiem invenit sed in Deo. Tam laetissime quam piissime in Domino / obdormivit die 2º Jan 1614 quo die quadragesimum sextum / aetatis annum compleverat, reliquiis debito honore in / Hispaniam patriam relatis, et hic et illic semper maneat / nomen eius in benedictione.Me quedé con ganas de saber más sobre ella, pero lo olvidé hasta que justo antes del verano, en la mesa mágica de los libros gratis de mi Facultad, encontré un libro* con sus escritos, que me quedé -era una señal.
Perdure siempre como merece –especialmente en estos lugares- la memoria de aquella mujer preclara y venerable entre los siervos de Dios, Luisa de Carvajal, que nacida de familia de gran nobleza y criada en palacio de reyes se entregó toda a Dios, hasta el punto de que -con deseo también del martirio- eligió el exilio con los fieles que padecían cruelmente en Inglaterra, y así, llamada por Dios en 1605, se trasladó a Londres y allí durante nueve años con oración casi continua cumplió admirables trabajos de fe y caridad, y ella misma pobre y enferma se dedicó con afán a los pobres y enfermos: a los que dudaban los confirmó, a los que erraban los volvió al camino, a los propios mártires los confortó, con estos la vergüenza y la crueldad sufrió y acabada por el esfuerzo, las angustias y la enfermedad encontró descanso al fin en Dios. Con tanta alegría como piedad se durmió en el Señor el 2 de enero de 1614, día en que cumplía cuarenta y seis años. Llevadas sus reliquias con los debidos honores a España, su patria, que siempre permanezca aquí y allí su nombre entre bendiciones.
Descubrí a una mujer admirable: grandeza de alma, sencillez e ingenuidad por arrobas (con la que superó indemne lo que le hicieron pasar algunos familiares suyos bien retorcidos) y un amor de Dios que impresiona.
Consiguió irse de España, sin mirar atrás, cuando acabó de deshacerse de toda su hacienda, que dio para noviciado de la Misión de los jesuitas en Inglaterra (creo que fue todo al seminario de Lovaina) (38). Así se lo explicó a un juez que la detuvo:
Dije me llamaba Luisa de Carvajal, y era española, y vivía junto a casa de D. Pedro [el embajador español], a cuya capilla iba siempre a misa; y que había venido por seguir los ejemplos de muchos santos que desampararon voluntariamente su patria, amigos y deudos por vivir con desamparo y pobreza en tierras extrañas, por amor de nuestro Señor. Lenguaje para él bien oscuro; y así se rió harto de ello con su secretario (270-271).
Lo de querer ir a Inglaterra quizá tuvo que ver con la carta que escribió don Bernardino de Mendoza, embajador en Londres, en la que contaba el martirio de Edmund Campion (20).
En sus escritos, está esta conversación con el Señor:
-No temáis, aquí estoy Yo.[mañana, más]
-¡Oh, Señor! -replicaba- que habrá guerras, y en tal caso, tengo por mejor volver las espaldas.
-Bien,; ¿habéislas visto hasta ahora? ¿No veis tantas veces deshechas las ocasiones de ellas en fácil y poderosa manera? Dilatad el ánimo; acordaos que está todo en mi mano. (...)
Esta inspiración, estas verdades estampadas, me influian (sic) señorío y grandeza extraña sobre todo temor y dificultad. Pero como el alma ha de caminar al paso apresurado del amor, y es fuerza seguillos, la esclava va a ratos hijadeando y el aliento alicortado, y no es mucho pida alcorcillas a la regalada esposa de su Señor, como cosa habida de sus divinas manos; y el diminutivo aquí, Señor, califica en mi sentido; porque donde yo solía verlas más confortativas y preciosas, eran las alcorcillas que las alcorzas.
**Vble. doña Luisa de Carvajal y Mendoza, Escritos autobiográficos, Introducción y notas de Camilo Abad S. I, Juan Flor Editor, Barcelona, 1966 (Espirituales españoles, tomo XX).
Se cruzaría con Shakespeare.
ResponderEliminarÚltimamente le dedican bastantes estudios y tesis las hispanistas norteamericanas.
ResponderEliminarEnrique, yo también lo pensé: qué interesantes y que tremendos esos primeros años del siglo XVII en Inglaterra.
ResponderEliminarY Mr. Quaker, ya he visto varios enlaces en internet: mujer, escritoras, extraña, es inevitable que le dediquen estudios. Pero por lo que he visto por encima, más la valoran por lo rara que por su grandeza.
El texto es de una gran belleza. Y conmueve.
ResponderEliminarQué grande. Y por culpa de gente como esta; y de Santas Teresas y Cervantes, yo siempre me imagino a Dios hablando con palabras y modismos del Siglo de Oro...
ResponderEliminarQué chula la imaginación de Antón. Me apunto.
ResponderEliminarDe novela, si no fuera porque es católica, ya estaría escrita.
ResponderEliminarMuchos ingleses católicos abandonaron Inglaterra por no sufrir la persecución. Doña Luisa dejó la tranquilidad de su casa por servir a Dios en tierra extranjera. El catolicismo está por encima de las patrias.
ResponderEliminarMuchas gracias, Luis: eso es lo católici, sí.
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