Y de vuelta de aquella excursión teníamos un rato y pasamos por Tartu, la ciudad universitaria: una
visita rápida al Rectorado para tacharla de la lista, un museo de reproducciones artísiticas que dejamos inatendido, intacto e impoluto y de cabeza a una cervecería: Püssirohukelder, en el antiguo polvorín de la ciudadela, aunque nos quedamos fuera al calorcillo suave de la terraza. Es el pub con techo más alto del mundo: 11 metros, qué tremendo.
Y con una cerveza de la casa -tamaño para mujeres: medio litro; no caímos en la trampa de para hombres, un litro- y untando unos trozos tostados de pan
negro en una salsa memorable, yo pensé que no había más que
pedir. Ay.
Y aquí os dejo hasta el lunes, que me voy a Salamanca a un congreso.
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