miércoles, 8 de febrero de 2006

Deus caritas est (9 de 10)

nn. 29-35
Globalización, solidaridad a mayor escala, voluntariado. Iniciativas de la Iglesia en colaboración con otras instituciones; la colaboración con otras iglesias cristianas en la caridad, una de las mejores formas de ecumenismo.
Cómo deben ser los que ejercen la caridad en las instituciones caritativas de la Iglesia: competencia profesional, 'formación del corazón', independencia de partidos e ideologías, no usar la caridad como medio de indoctrinamiento religioso. Sobre todo:
La íntima participación personal en las necesidades y sufrimientos del otro se convierte así en un darme a mí mismo: para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo; he de ser parte del don como persona.
El Papa aplica aquí (sin saberlo) mi máxima de este año (y del pasado): lo mejor es enemigo de lo bueno. No se puede sacrificar el bien de la persona concreta en favor de un supuesto bien de todos en el futuro:
La verdad es que no se puede promover la humanización del mundo renunciando, por el momento, a comportarse de manera humana. A un mundo mejor se contribuye solamente haciendo el bien ahora y en primera persona, con pasión y donde sea posible, independientemente de estrategias y programas de partido.
Podría salvar a toda la humanidad de un plumazo, podría protestar contra el hambre en el mundo. ¿Realmente sirve de algo lo poco que yo puedo hacer por gente concreta?
A veces, el exceso de necesidades y lo limitado de sus propias actuaciones le harán sentir la tentación del desaliento. Pero, precisamente entonces, le aliviará saber que, en definitiva, él no es más que un instrumento en manos del Señor; se liberará así de la presunción de tener que mejorar el mundo —algo siempre necesario— en primera persona y por sí solo. Hará con humildad lo que le es posible y, con humildad, confiará el resto al Señor. Quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio sólo en lo que podemos y hasta que Él nos dé fuerzas. Sin embargo, hacer todo lo que está en nuestras manos con las capacidades que tenemos, es la tarea que mantiene siempre activo al siervo bueno de Jesucristo: «Nos apremia el amor de Cristo» (2 Co 5, 14).
Por lo tanto, nada de estar parados esperando la revolución mundial: tenemos que hacer lo poco que podamos hacer por los demás ahora.
¿Ayudas en una ONG? Muy bien, sigue con ello. ¿Visitas a un enfermo? Muy bien, sigue con ello. ¿Sonríes a la vieja que te cuenta por enésima vez sus enfermedades? Muy bien, sigue con ello.
Hacer lo que pueda por los demás ahora, variante de lo mejor es enemigo de lo bueno, que luego hay que esforzarse en poner en práctica, luchando contra la tentación de pensar que con eso uno no va a arreglar nada.

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