Así me siento, a ritmo de bolero, muy agradesido por este año 2020. Este año me he sentido muy querido, mucho más que nunca: lo he palpado, es escalofriante recordarlo. Me ayuda a verlo así el no poder recordar casi nada de los peores días en la UCI, solamente el cariño de enfermeros y médicos.
2020 creo que va a ser un año clave en mi vida. Lo fueron 1981-82 (De Castrojeriz a Burgos a estudiar el Bachillerato), 1985 (a la Universidad a Valladolid), 1996 (a La Mancha de profesor de Secundaria), 2000 (a Santiago de profesor universitario), 2007 (cuarenta años y cáncer) y ahora, 2020.
Claro que tengo en la memoria, y espero que no se me olvide, el recuerdo de tantos, muchos de ellos ancianos, que han muerto solos este año. Su dolor inmenso espero que al Señor le sirva para acercarnos todos a esa parusía por la que rezamos los cristianos: que venga Jesús (come quickly, decían las monjas del poema de Hopkins) depende de la oración de los santos, entre los que están muchos de los que han muerto este año.
Entre la desolación por la situación política se hace más fácil ponerse escatológico: nos tendremos que pelear aquí por llevar a los más que podamos hasta el otro lado, todos con bien después de la galerna final, que da la sensación que se acerca.
