miércoles, 23 de diciembre de 2020

El miedo al dolor y la eutanasia

Leí el sábado esto de san Josemaría y claro que me acordé del debate de la eutanasia, donde me parece que está de fondo el miedo cerval al dolor. Espero que os sirva para darle vueltas estas Navidades:

El alma, hijos, ha sido creada para la eternidad. Aquí estamos sólo de paso. No os hagáis ilusiones: el dolor será un compañero inseparable de viaje. Quien se empeñe únicamente en no sufrir, fracasará; y quizá no obtenga otro resultado que agudizar la amargura propia y la ajena. A nadie le gusta que la gente sufra, y es un deber de caridad esforzarse lo posible por aliviar los males del prójimo. Pero el cristiano ha de tener también el atrevimiento de afirmar que el dolor es una fuente de bendiciones, de bien, de fortaleza; que es prueba del amor de Dios; que es fuego, que nos purifica y prepara para la felicidad eterna. ¿No es ésa la señal que, para encontrar a Jesús, nos ha indicado el Ángel?: «Sírvaos de seña, que hallaréis al niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre». 

*De la Navidad de 1972: «Tiempo de acción de gracias», En diálogo con el Señor: Textos de la predicación oral, Madrid, Rialp, 2017, p. 365.

Sobre la eutanasia yo ya puse aquí hace doce años polémicas orquestadas por los de siempre sobre los cuidados paliativos, hace diez años una entrevista a un médico de cuidados paliativos que perdió una niña y de hace dos, un testimonio impresionante de una persona enferma.

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