domingo, 30 de mayo de 2004

Bien de bien

El otro día me acordé de la escuela al ver un carrito de comida, o más en concreto las ruedas, porque con una rueda de ese tipo me pillé un dedo en uno de esos veranos eternos del pueblo castellano: usábamos el carrito para hacer carreras por el comedor de la escuela, de la que éramos reyes y señores en vacaciones.
En un lado habían puesto unos murales grandes que pintó un peruano afincado en Burgos, Espinoza, con el pelo revuelto y muy mal humor, todo muy colorido: creo que representaba una cara llena de pelos tipo precolombino pasado por las vanguardias. El carrito tenía tres pisos y nos metíamos tres y otro tiraba, de lo que deduzco que éramos muy pequeños, porque si no no habríamos cabido.
Otra posibilidad era jugar por la noche al escondite: teníamos toda la escuela para escondernos y el que se la quedaba estaba en el comedor, que era la única sala con luz. Luego estaba la habitación llena de colchones que dejaban unos que hacían un campo de trabajo en la Colegiata, con los que –paradojas de la vida- luego tuve mucho que ver: por entonces nos dedicábamos simplemente a saltar de una pila de colchones a otra.
Hubo una época en la que había un taller de alfarería: hacíamos cacharros con el torno, o más bien lo intentábamos.
Ahora me acabo de acordar de la mesa de ping-pong que había en los soportales, lo cual me trae el recuerdo de cuando estábamos en época de clase y bebíamos un vaso de leche en el recreo, supongo que para evitar la desnutrición: ponían un pote inmenso y con cazos llenaban los vasos de duralex (Feliciano el Imaginaria, en una frase memorable: duralex, sólo duran una vez, y los rompía); esto me recuerda a una señora que tenía una maceta hecha con un bote de queso de la ayuda americana. Para completar el escenario de la España franquista viene bien recordar aquí cuando mi profesora nos leyó el testamento de Franco y se echó a llorar.

jueves, 27 de mayo de 2004

Viaje a Madrid IV

Este relato monográfico se había quedado parado en el viernes a media tarde: después de estar en Atocha me fui por el paseo del Prado al CSIC de Duque de Medinaceli. Ya que estaba allí entré en la iglesia del Jesús de Medinaceli: un horror de fealdad; yo no sé qué les pasa a los capuchinos pero tienen un mal gusto increíble en sus iglesias (por ejemplo la de Valladolid); luego resulta que es la más visitada de Madrid (para comentario me remito a Viaje a Madrid III).
Me encontré el CSIC cerrado y un montón de gente junto al Palace: ya que estaba me quedé un rato por allí (pensando en los lectores de este blog) y pasé un rato muy entretenido porque iban a salir los invitados a la cena de gala en el Palacio del Pardo. La gente estaba emocionada, pero yo sólo vi al Presidente de Asturias (no es mucho para presumir) y luego a un grupo de invitados que tenían pinta de importantes; entre ellos una señora que me cobijó bajo su paraguas -estaba empezando a llover- mencionó a Gabriela de Saboya, que debe de ser conocidilla. Muy graciosos los comentarios de la gente.
En el autobús de vuelta veía las caravanas de coches y autobuses oficiales que iban a gran velocidad por La Castellana. Una señora del autobús estaba encantada porque decía que todos iban a pasar por delante de su casa; un señor comentaba a quien quisiera oírle que era una vergüenza que todos los policías estuvieran en la vigilancia de la boda, y que si él fuera lo que no era, se dedicaría a robar todas las joyerías a esa hora.
Entonces pude hablar con la familia: increíble 'cumpleaños feliz' a trío entre Diego, Eva e Irene (los mejores 'sobris' del mundo); a ver si puedo verles pronto.
Después quedamos con J. A. y nos fuimos por algunos bares de detrás de la Puerta del Sol: increíbles cosas nos contó de su antiguo Colegio Mayor, organizado con dinero público y dedicado casi en exclusiva a pagar a un equipo de rugby de treintañeros, los auténticos amos del cotarro.
Y así se acabó un gran día de cumpleaños: respirando la historia, estando con buenos amigos, con un 'cumpleaños feliz' de primera y disfrutando de Madrid.
Y ya se acercaba LA BODA: pero habrá que dejarla para mañana.

miércoles, 26 de mayo de 2004

Valle-Inclán y el gallego

Esto no sé por qué lo pongo, si por dejar en evidencia a Valle-Inclán (que no es precisamente santo de mi devoción) o por crear polémica con mis lectores amantes del gallego:
Discurso de Valle-Inclán en un homenaje que le hicieron, publicado en Manuel Chaves Nogales. Obra periodística, edición e introducción de María Isabel Cintas Guillén, Sevilla, Diputación de Sevilla, 2001, vol. II, p. 752-3
Nosotros, los autores castellanos, que venimos de regiones dialectales, nos batimos con grandes enemigos. No es el primero ni el mayor que hablamos un mal castellano. En Galicia no se habla gallego, sino una lengua contaminada de castellano. Llegar a saber castellano es nuestra mayor dificultad. Cuando el joven gallego, catalán o vasco siente la aspiración de escribir aparece una sirena que le dice: "Si hablas en tu lengua regional serás un genio. En la lengua regional no hay que luchar con veinte naciones; basta luchar simplemente con cuatro provincias. Ser genio en el dialecto es demasiado fácil'. Yo me negué a ser genio en mi dialecto y quise competir con cien millones de hombres, y lo que es más, con cinco siglos de heroísmo de lengua castellana. Esta es la extrema dificultad y la gran virtud, y yo la he tenido. He querido venir a luchar, y si no he logrado vencer, me ha salvado la dignidad del propósito.

martes, 25 de mayo de 2004

Viaje a Madrid (III)

Era la primera vez que pasaba mi cumpleaños de viaje. Fuimos a Misa a una iglesia (calle Félix Boix), con mucha gente 'de mi edad', un cura muy joven y una piedad sobria pero que se palpaba: daba gusto estar allí. Madrid es mucho, también en esto.
Por la mañana en la Complu: había demasiados libros que me interesaban, así que fotocopié algunas cosas y me quedé con las ganas en lo demás. Luego me hizo mucha ilusión encontrarme con C., que está a punto de terminar la carrera; todo el mundo la anima a hacer oposiciones, pero yo le aconsejé que empiece el doctorado: vale mucho y sería una pena que al menos no intentara la vía universitaria.
Después había quedado con P.; me acababa de enterar de la noticia de su boda con K. y tenía más ganas todavía de verle: se le notaba muy feliz y muy enamorado, sonriendo a la camarera que le decía que se estaba precipitando; volvimos paseando hasta Moncloa y fue ahí donde se produjo el borrón del día: le quemé su chaqueta nueva con el pitillo (sin querer, claro: perdón, P.).
Nos despedimos y me fui al CSIC de Duque de Medinaceli, pero en el metro preferí continuar a Atocha, para recorrer el camino que solía hacer cuando vivía en Ciudad Real y llegaba a Madrid en el Ave: vi el sitio de las velas, especialmente triste por todo, pero también por lo feo que era el maremagnum de estampitas, velas, frases y fotos: era un prodigio kitsch, la manera de expresar no políticamente correcta un sentimiento general de auténtico dolor. Siento decirlo, pero es lo que me pareció, aunque lo prefiero mil veces al 'bosque de los ausentes' una tarta de árboles con cesped trasplantado. Es lo que hablaba el otro día con P. T.: en una conferencia había oído que los gallegos emigrantes en Argentina se quejaron de que en el Centro Gallego tuvieran mil canales de satélite pero no la Televisión Gallega: querían poder ver Luar, justo el programa más kitsch de Galicia. Pero ¿quién soy yo para criticarles por ver Luar? Si a mí no me gusta es mi problema. Si la gente pone estampitas cursis en Atocha no coincidirán con mi forma de ver las cosas, pero su dolor es real, seguramente más real que el mío, lo mismo que nunca podré tener la nostalgia que tienen los emigrantes cuando ven Luar en Argentina.
De ahí a la cuesta de Moyano, con un par de casetas abiertas y ningún libro interesante. Ya que estaba me fui al Reina Sofía; allí me enteré que me salía gratis la entrada por ser profesor, así que entré, vi la exposición de Solana (bisí-bisá), la de Pertegaz (todo es boda en este viaje) y unas fotos de Robert Capa maravillosas; estaba también la del miliciano, pero sigue sin convencerme: es de esas fotos que te tienen que explicar, porque si no no sabes de qué va.

lunes, 24 de mayo de 2004

Viaje a Madrid (II)

En el viaje de ida paramos en Astorga: el palacio de Gaudí es como el del Exin Castillos, al menos por fuera, porque cuando lo vi por dentro hace años me gustó mucho. La Catedral tiene un color extraño y unas escenas muy curiosas en la portada: una es la de la mujer adúltera y en otra se ve a ¿Santiago? vestido de peregrino (y con un perro que se sale del cuadro) despidiéndose del Señor.



Gran disfrute al ver pasar el campo castellano en primavera. No nos paró el control de la policía.
En Madrid nos fuimos a ver por la noche los monumentos iluminados: aquello era una romería, con la gente encantada de ver a tanta gente viendo los monumentos iluminados. Lo mejor fue la cerveza que nos tomamos en Callao mientras 7 policias municipales rajaban de los preparativos de la gran boda, escaqueados en una esquina. Lástima de no acordarme de todo lo que dijeron.

domingo, 23 de mayo de 2004

En Madrid

E. me dijo (amor de hermana) que mi blog era mejor que el diario de Trapiello; aunque me lo diga ella yo sigo viendo una distancia sideral: yo publico directamente lo que escribo y Trapiello lo deja reposar cinco años; él vive en Madrid y se queja de que no encuentra nada nuevo, pero más difícil lo tengo yo en Santiago y aquí sigo. Para seguir en esta senda de acercamiento al ídolo diarístico me he pasado tres días en Madrid: entre la vida y la literatura elegí irme y dejar huérfano este blog unos días; pero ha merecido la pena, porque tengo material para rato.
Nada más llegar varias noticias de 'buena fuente' que oí:
-El gobierno de Estados Unidos ha quitado ya el satélite que tenía a disposición del gobierno español para que observaran hasta las moscas del sur de Francia.
-En el incidente de Perejil Estados Unidos puso a disposición de España su flota en el Mediterráneo (mientras que Francia y Alemania se lavaron las manos).
-El rey no estaba nada contento con la boda de su hijo, pero tuvo que aguantarse porque Felipe destapó la noticia cuando ya no había marcha atrás.
Esto a la media hora de llegar a Madrid. En Santiago de lo más que te enteras es de que Fraga se puede volver a presentar a las elecciones.
No hay color: no se puede ser un gran diarista en Galicia.

martes, 18 de mayo de 2004

Mis abuelos

Cuando llegábamos mi abuelo siempre decía: Ya está aquí otra vez la marabunta. No hablaba nunca de la guerra. Sólo se acordaba de unas lentejas que se comió en Teruel con más hambre que un niño de caramelos: por eso en mi casa era pecado dejar algo en el plato.
Mi otro abuelo también estuvo en el frente de Teruel y tampoco hablaba de la guerra: los dos eran muy callados, muy castellanos, acostumbrados a sufrir en el campo y con las vueltas de la vida.
Por eso yo pertenezco a la postguerra, por mucho que creciera alimentándome en la tele con tópicos de la transición (con la democracia seremos felices y comeremos perdices): por eso puedo mirar ahora el sistema con cierto distanciamiento, aunque no reniegue de él.
Los dos estuvieron en el bando nacional, por geografía y por convicciones: mi primer abuelo no podía ver a Suárez en la tele; mi segundo abuelo no decía nada: miraba y callaba. En realidad los dos sobre todo callaban; y nunca se quejaron de la comida que les hacían mis abuelas y siempre las quisieron, aunque nunca hicieran ningún gesto especial de cariño.

lunes, 17 de mayo de 2004

Día das letras galegas

Percepciones negativas:
Me fastidia que el único periódico en gallego (Galicia hoxe) haga una campaña de publicidad con prohombres (y promujeres) que llevan el siguiente cartel: quiero que me hablen en mi idioma; lo lógico sería quiero poder hablar en mi idioma.
El director de la Real Academia Gallega dice que la sociedad está fallando, porque cada vez se habla menos el gallego: fallando ¿a quién?
Los políticos salen en la televisión gallega hablando en su mayoría un gallego absurdo que da pudor oírlo.
La Mesa por la Normalización Lingüística se felicitó por lo que había contribuido Shinchan a que los niños vean un programa en gallego.

Percepciones positivas:
Oír hablar gallego a gente que lo domina (p. ej. el decano de Filología de Santiago).
Leer algún poema hermoso en gallego: por ejemplo Avilés de Taramancos.
Oírlo a las señoras del mercado de Santiago.

sábado, 15 de mayo de 2004

Gianna Beretta

Una foto con su marido: a partir de mañana Santa Gianna Beretta. Rechazó el tratamiento contra el cáncer para no dañar al hijo del que estaba embarazada. Era médico.


Más aquí: Gianna Beretta.

jueves, 13 de mayo de 2004

Primaveras

En Santiago día de sol, flores por todas partes (rododendros, todavía camelias y otras flores que no conozco). Lo comparo con la primavera en Castilla: la primavera gallega es barroca, de ricos; la primavera castellana es la del muerto que puede volver a la tierra por un tiempo limitado: alegría dentro de la tristeza.

Y todo esto por este poema de Antonio Machado:
¡Primavera soriana, primavera
humilde, como el sueño de un bendito,
de un pobre caminante que durmiera
de cansancio en un páramo infinito!

Campillo amarillento,
como tosco sayal de campesina,
pradera de velludo polvoriento
donde pace la escuálida merina!

miércoles, 12 de mayo de 2004

Aborto

En realidad el gobierno no ha hablado de cambiar la ley del aborto, en contra de lo que decía yo ayer: ¿para qué, si ya puede abortar quien quiera con la actual? Por cierto que el PP no hizo nada por cambiar eso.

domingo, 2 de mayo de 2004

Feria del libro

A la Feria del libro en la Alameda con J.: varias librerías de comics, otras infantiles, otras de libros más vendidos y otras de libros para adornar, junto con dos o tres de enciclopedias y varias de 'sólo en gallego': deprimente.
Mientras volvíamos pasamos por san Martín Pinario y entramos a un concierto del coro de la catedral de Pamplona: cuatro versiones distintas del Regina Coeli, pero la mejor sin duda, la gregoriana de siempre.
Hoy, Misa de nueve en las Ánimas: un cura que dice cosas interesantes en la homilía; se ve que lee obras teológicas y que ha pensado (y que reza). Al acabar, música de fondo de canciones 'de Misa' que parece que cantan monjas vascas, con mucho entusiasmo pero a años luz del Regina Coeli. ¿Por qué no dejarán la Iglesia en silencio? Le tenemos pánico: quizá así se oiga nuestra conciencia, aunque qué mejor sitio que una Iglesia para eso.
Estuve por primera vez en el Museo do Pobo Galego: no hacía más que pensar que a mi padre le hubiera gustado mucho verlo. Había una exposición de fotografías y pasaban una película rodada en 1940 por uno con la ayuda del patriarca de la etnografía gallega: O carro e o home. Me gustó mucho, sobre todo algunas escenas, como la niña que juega con un carro de juguete mientras los mayores hacen un carro de verdad, o la del niño (5 ó 6 años) que guía una yunta de bueyes. Luego en la sala de al lado ponían la misma película pero con otra versión sonora (la primera era un texto en gallego y música clásica), de cantos folclóricos y tufillo franquista: no parecía estar viendo la misma película. Había además algunas fotos muy buenas.

sábado, 1 de mayo de 2004

Campo de Ciudad Real

¡Qué bonito está el campo de Ciudad Real a Almodóvar en primavera! Encinas desperdigadas, el suelo reverdecido y un sol gigantesco que todavía no quema.

En Bailén (Episodios Nacionales IV), este pasaje sobre La Mancha y su grandeza (por cierto que Galdós lo escribió bastantes años antes que los de la generación del 98: véase la visión metafísica de El Quijote y del campo castellano antes de que Azorín y amigos etc. lo 'inventaran' y llamaran a Galdós 'don Benito el garbancero'):

"Así atravesamos la Mancha, triste y solitario país donde el sol está en su reino, y el hombre parece obra exclusiva del sol y del polvo; país entre todos famoso desde que el mundo entero se ha acostumbrado a suponer la inmensidad de sus llanuras recorrida por el caballo de D. Quijote. Es opinión general que la Mancha es la más fea y la menos pintoresca de todas las tierras conocidas, y el viajero que viene hoy de la costa de Levante o de Andalucía, se aburre junto al ventanillo del wagon, anhelando que se acabe pronto aquella desnuda estepa, que como inmóvil y estancado mar de tierra, no ofrece a sus ojos accidente, ni sorpresa, ni variedad, ni recreo alguno. Esto es lo cierto: la Mancha, si alguna belleza tiene, es la belleza de su conjunto, es su propia desnudez y monotonía, que si no distraen ni suspenden la imaginación, la dejan libre, dándole espacio y luz donde se precipite sin tropiezo alguno. La grandeza del pensamiento de don Quijote, no se comprende sino en la grandeza de la Mancha. En un país montuoso, fresco, verde, poblado de agradables sombras, con lindas casas, huertos floridos, luz templada y ambiente espeso, D. Quijote no hubiera podido existir, y habría muerto en flor, tras la primera salida, sin asombrar al mundo con las grandes hazañas de la segunda.

D. Quijote necesitaba aquel horizonte, aquel suelo sin caminos, y que, sin embargo, todo él es camino; aquella tierra sin direcciones, pues por ella se va a todas partes, sin ir determinadamente a ninguna; tierra surcada por las veredas del acaso, de la aventura, y donde todo cuanto pase ha de parecer obra de la casualidad o de los genios de la fábula; necesitaba de aquel sol que derrite los sesos y hace locos a los cuerdos, aquel campo sin fin, donde se levanta el polvo de imaginarias batallas, produciendo al transparentar de la luz, visiones de ejércitos de gigantes, de torres, de castillos; necesitaba aquella escasez de ciudades, que hace más rara y extraordinaria la presencia de un hombre, o de un animal; necesitaba aquel silencio cuando hay calma, y aquel desaforado rugir de los vientos cuando hay tempestad; calma y ruido que son igualmente tristes y extienden su tristeza a todo lo que pasa, de modo que si se encuentra un ser humano en aquellas soledades, al punto se le tiene por un desgraciado, un afligido, un menesteroso, un agraviado que anda buscando quien lo ampare contra los opresores y tiranos; necesitaba, repito, aquella total ausencia de obras humanas que representen el positivismo, el sentido práctico, cortapisas de la imaginación, que la detendrían en su insensato vuelo; necesitaba, en fin, que el hombre no pusiera en aquellos campos más muestras de su industria y de su ciencia que los patriarcales molinos de viento, los cuales no necesitaban sino hablar, para asemejarse a colosos inquietos y furibundos, que desde lejos llaman y espantan al viajero con sus gestos amenazadores.