sábado, 29 de junio de 2013

A León and back y 2

Hay algo de Astorga que está fuera de toda ponderación: La Purísima de Gregorio Fernández en la Catedral es quizá la imagen de la Virgen más bonita que haya visto en mi vida.






[estas fotos, de la wikipedia]

Como otras veces con Gregorio Fernández, me tendréis que creer (o ir vosotros a Astorga) sobre lo hermosa que es esa talla, porque en las fotos no es lo mismo (ya sé que suena a tópico, pero es especialmente asi con este escultor).
De mis penosas fotos quizá podáis sacar el poder fijaros en los pliegues metálicos y la delicadeza de los dibujos de la tela (es de madera, eh) y en los adornos en relieve del manto:





La expresión de la Virgen es de interioridad -no sé cómo decirlo mejor. No es ensimismamiento ni despiste, es algo muy bonito.

viernes, 28 de junio de 2013

A León and back 1

El miércoles no estuve en la Misa de la fiesta de san Josemaría en la Catedral ni acabé yendo a Burgos, aunque me hubiera gustado, justo el día en que mi padre hubiera cumplido 75 años.
Fui a una tesis a León y me volví.
Tuve una hora en Astorga [compruebo que hace unos años me paraba a ver el palacio episcopal de Gaudí y me contentaba con ver la Catedral por fuera y ahora, unos años después, lo que quiero es ver la Catedral y el palacio de Gaudí ni lo miro: mejoro, al menos en algo].
La oscuridad de la piedra por fuera esconde una catedral luminosa, aérea, airosa, limpia y cuidada. Ahí me di cuenta de cuánto echaba de menos ver una nave así, con unas bóvedas de esa altura y esa gracia. Estaba muy acostumbrado de pequeño, pero en Galicia no tenemos casi de eso:



El retablo era simplemente morrocotudo, aunque demasiado miguelangesco:



El Museo también era excelente, con muchas cosas interesantes y algunas excepcionales. Aparte de la tremendamente impresionante arqueta de san Genadio (una foto mía) nada menos que del año 900, yo me fijé en una imagen de Gaspar Becerra, el autor del retablo (y fijaos también en esta figurita miguelangesca), del santo titular de la diócesis:


En el detalle se nota mejor la finura de la talla y la policromía. Estamos tocando aquí los grandes escultores barrocos:

jueves, 27 de junio de 2013

Mi reseña, en Suma Cultural

Publican hoy en Suma Cultural mi reseña del último libro de Miguel d'Ors.

La ventaja de haberla puesto aquí el lunes es que entre medias he podido corregir una errata que colé en su traducción de Pied beauty de Hopkins: era "el paisaje parcelado y repartido", en vez de "el paisaje aterciopelado": menuda errata desastrosa.
También los comentarios que dejasteis me ayudan: sigo prefiriendo la traducción de d'Ors a -mil gracias- la de Dámaso Alonso, me hace mucha ilusión saber por Antón que las flores a las que se refiere d'Ors (esas otras / tan bonitas –no sé cómo se llaman- / que lucen, agrupadas como en constelaciones, / una versión barata del azul / de las gencianas de los Pirineos) pueden ser estas:


Y me viene muy bien que me paren los pies cuando digo machadas: los montañeros están tocando la trascendencia, claro.

lunes, 24 de junio de 2013

Pájaros y flores de cuneta

Nos habíamos creído que Sol de noviembre (2005) inauguraba una época poética, pero dentro del crepúsculo creativo de la obra de Miguel d’Ors, por el título y porque él bien que se empeñaba en decirlo allí, entre insistentes quejas de que pasaba por periodos largos de sequía poética. Pero ya había hecho un poema ¡en 1984! titulado «Donde el poeta se despide del cotarro»: habrá que concluir que además de aprender en Pamplona a coger el toro por los cuernos tiene de siempre esa actitud tan torera de anunciar su retirada para desdecirse repetidamente, porque se lo pide el cuerpo (y se lo pide la afición, pero eso no importa para el argumento). En 2010 publicó Sociedad limitada, y ahora nos sorprende –qué alegría- con un nuevo libro, Átomos y galaxias (Sevilla, Renacimiento). Podría haber racaneado sacando fascículos –plaquettes, los llaman los enterados de la secta poética- de poemas entecos y escasos, a ser posible oscuros, arcanos y herméticos, pero no: nos sorprende –y vaya cómo nos alegra- con un libro de cien poemas -100-, que es como encerrarse con seis Mihuras, a una edad en la que mejor se está haciendo de ganadero en la gran finca con cortijo, bien ganada con los sudores de las tournées por América. Claro que los pitones de los toros siguen ahí –en realidad más cerca-, que además los reflejos no son los mismos, que esos pases de pecho ya el respetable los cuenta a beneficio de inventario: pero qué valentía a pesar de todo: «que sepa también yo (…) / hacer de los adioses mi música mejor», nos dice (40) y se nos escapa  un olé bien de dentro.
Y entramos en el libro y nos encontramos –la primera en la frente- con una traducción –no recuerdo otra mejor en castellano, aunque de Carlos Pujol había una muy buena- de Pied Beauty, de Gerald Manley Hopkins. Ahí, estos versos (4-6):
las brasas nuevas de las castañas que caen, las alas del pinzón,
el paisaje parcelado y repartido –redil, barbecho, labranza-
y todos los oficios, sus faenas y aperos y jaeces.
Eso es este libro, la naturaleza con todas sus motas, pintas y parcelas, en su variedad –plantas, flores, sobre todo las más sencillas; y aves, principalmente pájaros (Avecedario acaba con los gorriones, «que son / la calderilla del cielo» 21)- y la vida humana en ella, la delicia y la dificultad de vivir junto a ellos y de saber que los perderemos, en 100 poemas ordenados alfabéticamente, donde hay de todo: grandes logros y otros que nos recuerdan a otros suyos.
Están los temas que nos gusta volver a ver en él: la infancia en Santiago (aunque la Compostela real no le llegue ahora a la altura a esos recuerdos) y los veranos del campo –nombres que se repiten, como Almofrey- con abejas «buscando la flor del tojo / por las laderas ariscas / de mi infancia» (9), su padre –unidos el latín y el frente de guerra en 1938- como primer eslabón en la cadena del ser que le enlaza con sus antepasados en la solidaridad con la humanidad originaria y la reivindicación de lo que yo podría llamar aldeísmo, esa glorificación a mi ver excesiva de una vida primitiva, ludita, en torno a la artesanía (Francisco Lois, 54, Herencia 63), solo engañosamente más verdadera.
Todos los montañeros –dejadme soltar una afirmación incomprobable- están tentados de panteísmo. Nuestro poeta se ve atacado, claro, pero bien claro comprende que la armonía con la naturaleza es siempre limitada, que existe el extrañamiento, por más que sus extraordinarias enumeraciones caóticas –es el mejor poeta que yo conozca en ese palo- den la sensación de que todo está en todo, por ejemplo en la palabra Cereza (31) o solo al encanto de la mención del Miércoles de Ceniza (81). Pero la naturaleza es extraña a lo humano, bien que lo medita en varios poemas (una emocionante Necrológica 85), y por supuesto sabe bien que tampoco es arte (Cuervos, 38), por más que vea también en Cézanne la «indiscutible consistencia» de la realidad (raras palabras en d'Ors: creo que está citando a Guillén). Y a eso aspira en su poesía, ya lo sabíamos, a salvar la realidad. Anotemos que en el terreno del arte en este libro vuelve a mencionar el Taj Mahal (mal) y a Ella Fitzgerald la sustituye Chet Baker (y eso también me parece mal). Berceo vuelve (¡bien!) y vuelve por suerte la luna y su inmediatez (o no, en aquella serie de poemas conversando con Victor Botas).
Pero por lo menos aquel dolor de Ella Fitzgerald sigue ahí, fecundando la belleza de este mundo construido sobre él: el azul de nuestro planeta, las majestuosas gaviotas aunque de cerca son «ratas del aire», el jilguero que se alimenta de cardos borriqueros, el sapo que se parece tanto a un corazón (123), las sombras que hacen de peana de un Cristo de Ribera (114), las flores de cuneta (64, 16-23):
(…) simples margaritas,
collejas, corregüelas, malvas, dientes
de león, digitales, las niñas amarillas
de la xesta y el tojo y esas otras
tan bonitas –no sé cómo se llaman-
que lucen, agrupadas como en constelaciones,
una versión barata del azul
de las gencianas de los Pirineos.
Y seguimos encontrando en sus poemas el amor de después de tantas cosas –aquellas manos ajadas por el detergente- en un poema titulado Arrugas. Y a la vez todas las posibilidades de amor, todas las opciones que se dejaron (Elecciones 41-42, Helena 60), también la otra vida que podría haber tenido con quien ama, en un poema deudor de Szymborska (El poema que nunca escribiré 43). Y no se retrae de hablar del amor de Dios, por ejemplo cuando se ve, con su cuerpo muerto corrompiéndose, «echado a los brazos de la Misericordia» (37). Ese Dios que sabe ya aquí, aun «cuando te has puesto ese disfraz de Nada» (Fe, 50).
Novedosa –y consoladora para mí, que no nací en Santiago, pero que además de disfrutar la vida de esta santa ciudad, padezco su lluvia excesiva- es la frecuencia de menciones a la alegría de después de escampar. Creo que voy a recitar muchas veces estos dos versos a modo de exorcismo (Campanadas, 25, 3-4):
mirando cómo llueve, llueve, llueve,
qué anochecida sigue la mañana.
Y sobre todo el inicio de Luz, pura celebración (80):
Después de un mes de cielo enmorriñado
por una lluvia parda y sorda y lenta,
vuelve la luz como resucitada.
Absolutamente novedosos en temática son los poemas a sus nietos, con una ligereza y una tendencia al juego (y hasta un leve caligrama; ya los había estudiado teóricamente en un libro de 1977, todo vuelve) que los hace especialmente refrescantes. Quizá por eso ahora reaparece su padre, pero no solo el de Virgilio en las trincheras de 1938: también el joven de 1931 y el de 1946, cogiéndole de la mano de recién nacido (y más novedoso todavía: de blanco y ¡jugando al tenis! en 1958).
Me resulta también nuevo que junto a los nombres del Pirineo recuerde aquí otros de Granada, esos montes «color de pana pobre» y esos topónimos tan curiosos: Soportújar, Cauchiles (73). Y el Guadarrama fugazmente desde el tren, en Llamada (77).
No es poco lo que nos ha dado d’Ors en este libro. Los que disfrutamos estos días de las flores del tojo –de lejos, desde el coche, que así no pinchan- no podemos menos de conmovernos al ver que se compara con él (Tojo, 127):
que igual que tú, soy áspero y montuno,
que daño a quien me abraza

y que también, desde las mismas ramas
que sustentan mis púas, como tú, contribuyo
al esplendor del mundo
con unas pocas flores amarillas.

viernes, 21 de junio de 2013

Chocolatada

A Mario le dio por coger La noche que llegué al café Gijón, de Francisco Umbral, para irlo leyendo en alto en los viajes que hacemos a Palmeira/Caramiñal.
Yo me temía que sería un libro casposo y tópico y bien que me quejé, pensando que Mario lo traía solo por el sentimentalismo de acordarse de su juventud de los años cincuenta/sesenta, pero el hecho es que me está gustando lo que he oído por ahora.
El otro día estábamos con el relato de un viaje a Tomelloso a cuento de un premio y justo ahí leyó Mario la palabra 'chocolatada', otra magdalena proustiana pero pasada por el polvo del desarrollismo: aquellas fiestas de Castrojeriz de cuando pequeños nosotros, a finales de los setenta, donde siempre había una chocolatada al final. Y los carteles: "pasacalles", "sesión vermouth" y romper botijos.


[Y estos son los que nos van a torturar con foguetes este fin de semana]

miércoles, 19 de junio de 2013

Lemas de Nebrija

Estuve viendo un ejemplar rarísimo que tenemos en mi Universidad de la edición de Granada (lo pone de un modo bien bonito: apud inclytam Garnatam, anno MDXXXVI) del Diccionario latino-español de Nebrija:



A mí me gustó especialmente el lema griego en la cartela central:

Δύσκολα τὰ καλά: Difícil lo hermoso.

De las figuras a los lados del medallón la masculina lleva un lema: lata est via quae ducit ad perditionem ('ancha es la vía que llega a la perdición'), la femenina, otro: arcta est via quae ducit ad vitam ('estrecha es la vía que lleva a la vida'). [y busco un segundo y zas: hay un artículo sobre todo ello, muy interesante, de Felipe González Vega, en pdf, p. 40]

Chulo, eh. El libro lo editaron los hijos de Nebrija, bien majos.

martes, 18 de junio de 2013

Fontán / López Kindler

Hace un año me enteré de que la Fundación de Antonio Fontán había publicado las cartas que había escrito a Agustín López-Kindler en los últimos años de su vida y me apresuré a pedirlas, porque eran dos catedráticos de latín, maestro y discípulo, los dos del Opus Dei (uno laico, otro luego sacerdote), Fontán muy implicado en la política española, López-Kindler alejado de ella, viviendo muchos años en Suiza.

Ahora en la web han colgado el pdf, para quien quiera leerlo.

A Antonio Fontán la muerte le impidió ver el descrédito definitivo -me parece, al menos a mí me ha pasado y no creo que nunca ya crea en ninguna- de la monarquía española. No sé qué pensaría de lo que ha acabado siendo el PP, ese partido en el que él tanto se implicó -desde lejos-, ahora sin ideales ni ilusiones. Es conmovedor ver cómo dos veces le manda a López-Kindler un poema de Luis Alberto de Cuenca (de El otro sueño, 1987), este:

ESPAÑA
Es un lugar muy triste que ha prohibido los héroes
y ha dejado pudrirse las rosas del escándalo.
Siempre he vivido en él. No sé si en otra parte
habrá tantos borrachos y chicas tan espléndidas.
Es sólo un lugar pobre que ha perdido su alma
sin ganar nada a cambio, un lugar sin futuro,
un puñado de tierra desunido y estéril.
Por él daría mi sangre hasta la última gota.

Y luego los comentarios que hace sobre literatura romana, sobre el mundo del periodismo, sobre sus afanes diarios: es admirable. Se echa en falta gente como él ahora.

lunes, 17 de junio de 2013

Artes liberales - Humanidades


Podéis verlo con subtítulos en inglés (marcando, abajo a la derecha, el cuadrado de la izquierda): a mí me pareció una fascinante discusión sobre las artes liberales, sobre la victoria de las "ciencias" sociales en la Universidad, sobre la implosión de las Humanidades desde dentro (labor de zapa de la generación que se hizo con la Universidad en los setenta, que trajo todo lo pior: marxismo, feminismo, queer theories, deconstrucción, neocolonialismo, «estudios culturales»), sobre un elitismo "bueno", como búsqueda de lo mejor mientras sea una posibilidad abierta a todos.
Y todo ello con humor, profundidad, claridad. Fascinante. Por cosas como esta mi admiración por USA no hace más que crecer. Y algo así no lo encuentro por ninguna parte en Europa (no digo ya España, aunque gente concreta sí).

sábado, 15 de junio de 2013

Música que estoy oyendo este 2013


Se murió el cantante, Jason Molina. Así me enteré de las grandes canciones que hizo. Qué tristeza.

---

Bonnie 'Prince' Billie, The way. Es un pozo sin fondo.

---

La canción está cociéndose los 4 primeros minutos y los cuatro siguientes explota. Me da que algún día me aburriré de ella, pero por ahora no.

---

Y esta quizá sea la canción que más he oído en 2013. 16 minutos y no me cansa:

viernes, 14 de junio de 2013

Las venturas de los Ruiz Pérez por el centro de Galicia y 4

La cuesta de vuelta de la cascada -tan prodigioso fue todo: un milagro- se nos hizo más corta todavía que la bajada.
Tiramos palante sin saber muy bien por dónde estábamos. En un cruce ponía «Vila de Cruces» y allí que fuimos. Cruzamos una calle larga: ni un mal bar. Una chica muy amable nos indicó Casa Castro, que por fuera parecía un chigre pero que resultó ser un excelente restaurante recién remozado, limpio, amplio, con gran comida.
Como había visto un cartel a Agolada, por seguir con la buena fortuna tiramos después para allá (el mercado de piedra) y luego seguimos hasta Ventosa. Mi madre nos señaló unas rosas que olían de maravilla, nos contó que esas plantas que estaban a reventar era saúcos y justo detrás resultó que nos estaban siguiendo unas ovejas.
Y ya nos volvimos a Santiago, que era mucho tute ya en aquel día lluvioso y feliz.

Y el domingo fuimos a Misa -qué lecturas- a la Corticela, paseamos hasta la Alameda y escuchamos música de zarzuelas a la Banda Municipal.
Nos quedamos pasmados con dos niñas ¿rumanas? de ¿11 y 8 años? que cuidaban de su hermano pequeño: era de ver con qué alegría y con qué pundonor cargaban con él, sobre la cadera. Nos dio un poco de miedo por ellas cuando se acercaron a los borrachos de los bancos circulares, pero allí fueron muy bien recibidas: nos imaginamos un pequeño drama de madre alcohólica o quizá no: una pequeña luz que se abría en el drama humano del círculo de los apestados. No supimos.

Y a comer pronto -otra vez muy bien, pero no llegamos a la cima culinaria del sábado noche: tarta de chocolate blanco & queso para recordar- porque querían volver tranquilas, parando en las pozas de Orense.
Y justo ahí fueron a coger las llaves y no las encontraban: conato de pánico de dos minutos. Estaban en uno de los bolsos, menos mal.
Me despedí de ellas, me volví a casa y a eso de las 9 me llamaron: -Estamos en Monforte. El coche se les había averiado, el seguro les había puesto un taxi contra reloj hasta Coruña y de allí fueron en tren -vía Monforte- hasta León, donde otro taxi les esperaba para llevarlas hasta Burgos. Vaya, qué mal me supo que todo hubiese acabado así.
Llegaron a las dos de la mañana.

Al día siguiente pudimos comentar la jugada y reírnos ya con tranquilidad mientras me describían con detalle la escena de ellas rodeadas de paquetes y bolsas (con las cebollas, las patatas, los cuchillos a estrenar, la empanada de la que dieron buena cuenta, las flores) cogiendo en el último momento el último tren.


Flores de saúco en mi camino a la Facultad

jueves, 13 de junio de 2013

Las venturas de los Ruiz Pérez por el centro de Galicia 3

«No me duelen prendas», dijo la tonadillera. Mira que me he quejado aquí de falta de señales en Galicia, pero ya no puedo: al menos en Silleda todo está tan bien indicado que no puedes perderte.
En Carboeiro tenían un cartel con fotos de la cascada del Toja (fervenza do Toxa) y como mis hermanas son muy de ver cascadas, pues allá que nos fuimos. Estábamos en actitud, a ver con qué nos sorprende el día de hoy, y bien que nos sorprendió.

En el camino había carteles a Abades, otra iglesita románica (junto a una neoclásica). Bajabas una enorme pendiente y allí estaba, bien sencilla, sin portada:

[la foto, de arraianos]

Pero tenía unos modillones bien curiosos:


El camino de la cascada era una pendiente pronunciada dentro de un bosque maravilloso: robles, alcornoques (pelados, de color rojo), helechos, esas flores en racimos de campanillas.

Y no nos esperábamos lo que nos encontramos: 30 metros de agua:


Parece que hay una ruta andando entre Carboeiro y esta cascada, con un mirador desde arriba.

Qué bosque. Uno de los sitios más hermosos de Galicia, sin duda.

miércoles, 12 de junio de 2013

Las venturas de los Ruiz Pérez por el centro de Galicia 2

Y al lado teníamos el monasterio de Carboeiro. Yo ya había estado dos veces (esta y esta; vaya, voy cada cuatro años). Está en un «marco incomparable»:



Sobre todo es espectacular la cabecera, con esa girola y capillas semicirculares enormes detrás:


Como lo hicieron en la cuesta del meandro del río Deza, tuvieron que construir una cripta para que la nave fuese mínimamente grande. Aquí se ve por fuera:



Por una escalera de caracol negra de oscuridad (el día era medio lluvioso, medio de noviembre) nos metimos: era como para hacer películas de mucho miedo (al pagar la entrada, un euro, te dejan una linterna). Por ejemplo esta imagen la podían usar para un videojuego sobre monjes asesinos:


Y todas estas fotos se las tomo a José Antonio Gil, que me dijo que no tuviera problema en ponerlas, pero al que le agradezco de todos modos tener a mano su excelente colección.

martes, 11 de junio de 2013

Las venturas de los Ruiz Pérez por el centro de Galicia 1

Mi madre y dos de mis hermanas aprovecharon el puente del Curpillos para venirse a Galicia de tournée.
Cenamos muy bien el viernes y todavía tuvimos tiempo de dar un deleitoso paseo por un Santiago de luces blancas: Cervantes, Quintana, Azabachería, Platerías, Arco de Gelmírez, Obradoiro.
El sábado íbamos a salir a visitar Monforte, pero primero la compra de una mini-tarta de Santiago, luego conseguir en una ferretería unos cuchillos -muy mitificados por ellas, de una visita anterior- que resultaron ser portugueses (y solo les quedaban dos) y al final, ya que estábamos al lado, ir a la Plaza de abastos: compra de verduras de la tierra y no comprar patatas al enterarnos de que eran de Málaga; y verdes cebollas y blancas calas a una de las señoras en los puestos en torno a san Agustín; y encontrar en el propio mercado los mismos cuchillos un euro más baratos al preguntar mi madre en una mercería por la aguja en un pajar: una aguja de coger medias (que ya no se venden, ay).
Así que salimos ya mediada la mañana y en el desvío a Carboeiro decidimos cambiar el plan, que mi hermana estaba un poco mareada de las curvas de la carretera de Orense.
Adiós, Monforte, pensamos (esta frase la tenéis que recordar para el final de esta serie).
Al poco, un cartel: san Pedro de Ansemil. Nos paramos y resultó ser un lugar para recordar, si uno va con la tecla del románico rural: un monasterio con orígenes en el IX-X, con ábsides cuadrados y toda una serie de modillones bien interesantes.

En la portada, este capitel impresionante, a pesar de la figura principal descabezada:



A mí me gusta mucho ver una puerta así:

(las dos fotos, cómo no, de José Antonio Gil; una buena descripción, con fotos, en la web de los del Románico aragonés).

Esta foto de esa misma puerta, con la Virgen gótica, es mía:


Y algunos modillones (me he aprendido la palabra hace poco, por eso la repito tanto):

sábado, 8 de junio de 2013

Ed Askew

La primera vez que oigo hablar de él: lo han grabado los de La Blogothèque. Lleva cuarenta años cantando y ni entrada en la wikipedia tiene. Me gusta un montón:

viernes, 7 de junio de 2013

VSD y 5

El sábado y el domingo fue corregir exámenes, con su punto de amargura por haber elegido textos de Lisias un punto retorcidos -aunque se podía aprobar de sobra, eh.

---

El domingo, de vuelta de la Catedral, se me ocurrió parar un momento en el CGAC, a ver qué/si había algo "de nuevo" (es un decir). Y por suerte, ni miré lo que había porque resultó que tenían allí el acto de fin de curso de Konservatoriya, un conservatorio de Santiago que, según explicaba el programa, está dirigido por una profesora armenia según principios pedagógicos rusos. Yo me llevé un alegrón: si aquí tuviéramos el nivel musical de los eslavos, qué gran salto adelante, hasta cumpliríamos los planes quinquenales y estratégicos.
Fue todo un espectáculo ver a un niño como de siete años o una niña casi más joven (se tuvo que subir con ayuda de un taburete al asiento) tocar el piano de un modo que a mí me pareció puro virtuosismo. Hasta se equivocaron una vez o dos, así que no estaba grabado: la música sonaba muy bien entre los repetidos intentos de boicoteo de los hermanos más pequeños de los virtuosos.
Eché mucho de menos haber aprendido a tocar algo de pequeño: cero en el apartado musical, esa fue la pobreza de mi infancia.

----

Y qué puntillismo dedicarse a escribir aquí en cinco días la vida de unas horas.
Y no, no, no voy a citar a Borges y lo del mapa, que ya estamos todos aburridos de tanto Borges para arriba y tanto Ménard para abajo y eso de los mapas del tamaño del mundo. Qué aburrimiento Borges, madre mía.

jueves, 6 de junio de 2013

VSD 4

Al acabar las Jornadas me senté en una terraza junto a una autoridad mundial en los orígenes de la religión y la filosofía griega y dos sobresalientes investigadores discípulos suyos.
Uno de estos se puso a contar -estábamos fuera ya de la solemnidad académica, podíamos caer en frivolidades- que últimamente él y un catedrático de filosofía amigo suyo se estaban comentando el Nuevo Testamento (el original griego, claro), y que iban de sorpresa en sorpresa: la parábola de los jornaleros de la viña, esos caraduras que trabajan una hora y cobran lo mismo que los que han trabajado todo el tiempo (ahí apuntó la Autoridad Mundial que «claramente esa parábola está pensada para ganar adeptos») o la del hijo pródigo, ese zángano que vuelve a mesa puesta.
Yo intenté explicar que, claro, el mérito es lo de menos en esto. Me costó, porque tenía delante a tres personas excelentes, con prestigio bien ganado, grandes trabajadores y seguro que excelentes ciudadanos. Recurrí a la distinción entre mérito de condigno y de congruo, pero retrucó con humor la Autoridad Mundial que, sí, hay mucho congrio en Galicia.
Comentaron festivamente que así no se iba a ninguna parte y que esas no son maneras y qué que morro los católicos: me confieso y hala, a seguir pecando. No hacemos un estado viable en el siglo XXI así.
Yo me vi en la tesitura de decirles más o menos: «Veréis, me interesa tanto el Nuevo Testamento. Es que soy del Opus Dei (ya me podéis poner la etiqueta). La cuestión es otra.» Una grosería, y muy mal dicho y no hubiera hecho falta, ya lo sé, porque violentar era lo que se preveía que pasaría y lo que conseguí. Les dije, «pero, por favor, lo digo para que no parezca que quiero convenceros». La autoridad mundial dijo con humor: «como si lo fueras a conseguir». Glup, quién me manda meterme en jardines; y eso que el día anterior habíamos estado hablando tan ricamente de la inutilidad de la retórica y Platón. Y el sábado leí al Señor negándose a entrar en discusiones que no van a ninguna parte.
Al dilettante del Nuevo Testamento le llamó entonces su mujer, que no sabía llegar a donde estábamos. Me fui con él, le pedí perdón por montar esas escenas, le expliqué que me parecía muy interesante que esas dos parábolas fuesen también piedra de escándalo de A. Trapiello (además de la escena de la higuera que se seca y, en el Antiguo Testamento, el sacrificio de Abraham) y que ya era hora de que en España dejásemos de dejar de lado el Nuevo Testamento, por lo menos como la apasionante obra que es. Me dijo que sí, que le había dado pudor dedicar tanto tiempo a los movimientos religiosos griegos y su influencia en la filosofía griega y no saber nada de cristianismo.
Y con todo eso, me dejé en el tintero lo que les quería preguntar: por qué el orfismo introdujo en Grecia (y en Occidente) la idea de méritos de aquí arriba pagados allá abajo. Y qué hacer con los mitos escatológicos de Platón, el de Er al final de la República.

miércoles, 5 de junio de 2013

VSD 3

Despedí a mis tíos y me fui a asistir a lo poco que quedaba de unas Jornadas de filosofía griega, que me interesaban mucho a nivel de dilettante.
Al salir, me excusé con uno: «Mira», le dije, «no te lo vas a creer, pero no he podido venir a escucharte esta mañana porque llegaron unos tíos míos en una excursión».
El día anterior habíamos estado cenando con algunos filósofos de esas Jornadas y por suerte superamos pronto la fase «lluvia de Santiago / primera vez en Galicia / qué Jornadas tan bien organizadas».
Acabamos hablando de Platón gran parte de la cena, que es lo mejor que se puede hacer cenando con filósofos. Criticamos a algunos contemporáneos del gremio con pretensiones de sistema y acabamos con loas a la filía (φιλία, por ponernos estupendos).

martes, 4 de junio de 2013

VSD 2

En medio del examen, el teléfono: mis tíos, de viaje organizado por Galicia, están ya en Santiago.
Los últimos alumnos acaban demasiado tarde el examen («la próxima vez pongo tiempo limitado», me digo, aunque sé que no) y me voy a hacer de visitante organizado en mi ciudad:

-Veo a mi tío en Cervantes -me recuerda de mi padre- y entramos en la tienda de recuerdos donde está mi tía. El vendedor es amabilísimo: me alegro mucho.
-Quieren abrazar al Apóstol, así que allí vamos. Hay una cola bien larga: aprovecho la espera para contarles algo de la Catedral, pero sin aburrir, que ya me conozco. Al oírme dar tantas explicaciones, una señora que está delante en la cola me pregunta que para qué es esa cola en la que estamos: le explico que ahí está enterrado el apóstol Santiago: ah.
-Vamos al Obradoiro y me hago una foto con mis tíos en el mejor sitio, con la fachada detrás.
-Por primera vez en mi vida me subo en la dársena de Juan XXIII al autobús -he visto entrar miles- de la excursión organizada. Vamos a comer a un mesón que deben de tener apalabrado: mis tíos me cuentan de la familia; voy pescando palabras de mi padre en las suyas. Son muy cariñosos. Nos acordamos especialmente de la abuela Aurora.
Volvemos. Nos da tiempo para un café. La guía de la excursión les ha indicado la tienda donde pueden comprar las tartas de Santiago (o, si son más fantasiosos, los Caprichos de Santiago).

lunes, 3 de junio de 2013

VSD 1

Para el examen del viernes había pensado un sistema que me pareció excelente -como mío- para no perder tiempo entre las dos partes (traducción de texto de Lisias sin diccionario / con diccionario): la idea era que dejaran el diccionario en el estrado y lo fueran recogiendo a medida que terminasen la primera parte.
Pero me encontré a los alumnos ya sentados y poco dispuestos a moverse. Lo de dejar el diccionario lejos les parecía un poco absurdo. Y a mí también me lo empezó a parecer ya. Al final, los dejaron en el estrado, pero juntos en mogollón. Al menos, de rebote, conseguí una instalación/ performance:

Al principio del examen:


A medida que iban terminando, se lo iban llevando:


Lo que no sabía yo es que el diccionario iba a ser la tumba de unos cuantos, que buscaron καταλέξαι -enumerar- y al encontrar κατάλεξαι (¿pero el acento no cuenta?) -acostarse- convirtieron un episodio histórico en una escena de cama. Ay, el Vox, que daño ha hecho -cuando se usa mal, eh.