A mí me da mucha pena. Quedaban solamente cinco monjas y han conseguido que venga aquí una orden carmelita, de varones, de Colombia. El sábado se marcharon del convento, vecino a donde vivo: dos irán a Tierra Santa, dos a León y otra a Jaén.
Han sido muchos años de asistir a Misa allí, a los Oficios de Semana Santa, de tener la imagen de la Virgen del Carmen en la portada a la vista al pasar. Me da mucha pena. El sábado las pude oír cantar por última vez, las oí leyendo las lecturas (también a la francesa), tan bien como siempre.
No me gustaría ponerme pesimista. Yo no tengo muchos motivos para pensar que en Santiago en concreto, y en Galicia más en general, por no hablar de toda España y todo Occidente, las señales sean positivas, pero tengo que elevar la mirada y ponerme en otra perspectiva, la de Dios, como dijo el Arzobispo en la homilía.
Aquí me gustaría recordar cuando hablaba de ellas, por ejemplo en 2006, en la muerte de una monja, o en 2008, cuando murió otra, o en 2009, en unos Oficios con un cura muy mayor que ya murió, o en 2015, con un sacerdote indonesio o cuando estuve en un concierto allí. O cuando cantaron el soneto a Cristo crucificado.
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