En el mes de octubre de 2017 seguí la situación en Cataluña con gran amargura; por eso, el discurso del rey lo recuerdo con gran emoción: quizá el mejor discurso que he oído en mi vida, o el más eficaz, por lo menos. A Felipe VI lo tengo en estimo sobre todo por ese discurso. Luego hice disquisiciones sobre eso del amigo y el enemigo en la política. También lancé propuestas educativas radicales.
A la vez, seguía contando de Tierra Santa, por ejemplo las máscaras terroríficas del Museo de Israel.
Recordaba cosas de arte indio que había visto en Oxford. También de Egipto, con las patas de una gacela. De Evans y el arte minoico. Y cómo serían las figuritas de las Cícladas.
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