Quedé con Suso en la puerta de san Francisco una hora antes, para amarrar la primera fila, que ya nos hemos acostumbrado mal y no nos conformamos con menos.
Llovía, hacía humedad y yo iba con zapatos veraniegos mojados.
Y en la primera fila estuvimos, pero yo me despisté al principio pensando que mejor hubiéramos estado un pelín detrás, porque la orquesta no nos dejaba ver el coro.
Pero luego los solistas salían -cuando les tocaba- del grupo y se ponían a un metro de nosotros y cómo cantaban, qué bien, yo tenía que echar la cabeza para atrás y me agarraba de los brazos -también para sentir menos el frío- mientras escuchaba a esos cantantes perfectos, sin desfallecimientos, señores de los cantos: del Gloria, del Credo, del Agnus Dei.
Y en la primera fila ves que el de la flauta está algo picado con el primer violín y quiere mover el atril del otro, que la flautista -qué solo más admirable el suyo casi al final- tiene las manos heladas y aprovecha algún descanso para beber sorbitos de agua, que los violines se mueven casi automáticamente: el arte prodigioso hecho por gentes de pinta normal y con nuestros defectos.
Y salimos de allí, dos horas después, entusiasmados y ateridos. Qué grande Bach, qué sencillo lo hace.
Y en La voz de Galicia se documenta que estábamos en primera fila, de perfil: yo apoyado en la pared:
Sólo unas palabras para expresar mi solidaridad con la última frase; es, según pienso, la sencillez del genio. Y lo destaco porque Bach sí lo es, sin duda; vivimos en un tiempo en que el calificativo de "genial" se regala cada dos por tres, como si no fuera la aparición del genio cosa de tan extremada rareza que, por comparación, que a uno le toque la Primitiva es lo más trivial del mundo. Tanto sedicente "genio" como por ahí pulula no podría hacer mejor cosa que escuchar por ejemplo a Bach, dejarse conmover hasta las últimas fibras por ese poder suyo que se diría traspasa, o por lo menos amplía hasta lo indecible -y de paso las cuestiona-, las fronteras de lo humano, y ponerse así -para su verdadero enriquecimiento- en condiciones de empezar siquiera a comprender lo que dicha palabrita verdaderamente designa. Pero para eso, me temo, hace falta (entre otras muchísimas cosas) una humildad seriamente incompatible con la pose de "genio". Bach, que no posaba de nada, sí lo es: uno de los mayores que la Humanidad ha conocido.
ResponderEliminarSí que es un genio con todas las letras y hay que precisarlo, porque ahora parecería que todos somos genios - y no.
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