Hacía diecisiete años, creo, que no iba a Pamplona. La última vez que recuerdo fue también una visita a la Clínica de la Universidad de Navarra, muy asustado yo entonces con mi cáncer de tiroides. Esta vez iba de acompañante de otro y para algo mucho menos grave.
Esta estadística que voy a dar no vale, pero de las seis o siete personas con las que hablé en total, preguntando algo por la calle, en la Clínica y también en el Museo de la Universidad de Navarra, todas fueron amabilísimas. Eso me ayuda a corregirme de la cada vez peor opinión que me estaba creando de esa ciudad y de esa región, que manda al exterior vibraciones, sobre todo en lo político, pésimas, en la misma onda que Santiago de Compostela y Galicia en su conjunto, por otro lado: ombliguismo, nacionalismo aldeano hasta la exacerbación, parálisis, envejecimiento acelerado.
La suerte es que a los pamploneses y a los navarros en general (ya sé que mi encuesta no vale nada) los veo como la gente normal, muy majos, con la que hablé. Usaban esos diminutivos tan graciosos en -ico. No me dio tiempo a patear mucho fuera de la Clínica, salvo a cruzar una tarde el Campus, precioso en otoño, con la ermita rodeada de hojas amarillas redondeadas, hasta llegar al Museo, que no conocía, del que hablaré otro día, cuando haya terminado con el relato sobre Innsbruck.
No puedo no tener simpatía por la Universidad de Navarra, por lo que me afecta, pero se hace a veces cansado tener que defenderla (por ejemplo aquí con Peyró). Pero la verdad es que de todos los lados la atizan: o por demasiado centrista (o hasta tirando a la izquierda) o por demasiado de derechas. Por lo demás, yo soy el primero que querría ser considerado "normal", no una caricatura del Opus Dei sobrepuesta sobre mí: esto le pasa a lo grande a la Universidad de Navarra.
Pensaba yo, yendo por detrás del edificio central, que justo hace unas semanas, el día de la condena a los terroristas de ETA que pusieron una bomba que podría haber matado perfectamente a cientos de personas (escribí cuando el atentado algo similar a lo de ahora), la noticia no fue esa, sino unos insultos, que estuvieron muy mal, a Marlaska, que no pintaba nada allí, por otro lado. Luego me enteré de que Marlaska se había autoinvitado: qué difícil es moverse entre percepciones y prejuicios.
Yo de la universidad solo conozco por tema profesional su magnífica facultad de teología. Excelentes revistas y estupendos profesores.
ResponderEliminarSí, la Facultad de Teología está muy bien, sí.
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