Mis escasas esperanzas en el terrero del arte en Innsbruck estaban puestas en el Palacio de Ambras. Allí estuve y disfruté mucho las siete horas que pasé visitándolo, con comida en el jardín y café en el patio incluidos.
Es un palacio que hizo Fernando II, el Archiduque de Austria y Conde de Tirol en el siglo XVI, para su mujer, que la pobre, cosas del amor, no era lo suficiente noble para que los hijos heredaran el título. Defendían allí que es el primer museo propiamente dicho y yo me lo creo. Me lo creí hasta el punto de que imbuido de esa presunción disfruté hasta de la primera parte de la visita, que era la de las armaduras. Fuimos parándonos en cada una, pero también en los escudos y retratos que el gran Fernando II puso junto a las armaduras que coleccionó. Te imaginabas una sala con todo aquello casi tal cual la veíamos nosotros:
Esto es de niños, para los hijos de Fernando II:
Hasta de los turcos tenía armaduras y armas, hasta ese punto llegó la turcomanía. En la España del XVI lo entiendo, pero en la Austria con Viena sitiada y un peligro muy real de conquista encima es mucho más meritorio. Esto eran una especie de tapetes de cuero flipantes, turcos:
En la sala de al lado había un techo con las constelaciones, también del XVI:
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