Queda la capilla. Tienes que verla. Es un monumento al modernismo.
[...] Todo el interior del pabellón había sido vaciado, sofisticadamente reamueblado y redecorado al estilo artesanal modernista de la última década del siglo XIX. Cubrían las paredes intrincados dibujos de vivos y brillantes colores: ángeles con túnicas de algodón estampado, rosas trepadoras, prados salpicados de flores, corderos saltarines, textos en escritura céltica, santos con armaduras... Había un tríptico de roble claro, tallado de manera que tenía la curiosa propiedad de parecer moldeado en plastilina. La lámpara del sagrario y todo el mobiliario metálico era de bronce batido a mano hasta dar la pátina de una piel picada de viruela. Una alfombra de color verde césped, salpicada de margaritas blancas y doradas, cubría las gradas que llegaban al altar. [p. 24-25]
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Vi al obispo en Londres la semana pasada. ¿Os imagináis? Quiere cerrar nuestra capilla.
-¡Oh, no puede hacer eso! -protestó Cordelia. -No creo que mamá lo permita -dijo Sebastian.
[...]. Usted es artista, Ryder, ¿qué opina de la capilla estéticamente?-Yo creo que es hermosísima -dijo Cordelia, con lágrimas en los ojos.
-¿Tiene verdadera categoría artística?
-Bueno, no sé exactamente lo que quiere decir -repuse, cauteloso-. Creo que es un ejemplar extraordinario... Es muy probable que dentro de ochenta años sea muy admirada.
-Pero ¿cómo es posible que fuera considerada buena hace veinte años, vaya a serlo dentro de ochenta, y ahora no?
-Es posible que lo sea, pero lo único que quiero decir es que a mí no me gusta mucho.
-Pero ¿existe alguna diferencia entre que una cosa guste y se sepa apreciar?
-Bridey, no seas tan jesuita -dijo Sebastian. [p. 56-57]
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Bridey y el obispo han cerrado la capilla de Brideshead. El réquiem por mamá fue la última misa que se celebró allí. Después de enterrarla entró el cura -yo estaba sola, no creo que me viera-, retiró la piedra del altar y la guardó en su bolsa. Luego quemó las hebras de lana con el santo óleo y aventó las cenizas. Vació la pila de agua bendita y apagó la lamparilla del Santísimo. Abrió y vació el sagrario, como si a partir de aquel momento siempre fuera Viernes Santo. Supongo que todo esto no significa nada para ti, Charles, pobre agnóstico. Me quedé allí hasta que se hubo marchado, y entonces, de repente, ya no hubo capilla; sólo una estancia con una decoración extraña. No puedo describirte lo que sentí. Nunca has asistido al oficio de tinieblas, supongo.
-Nunca.
-Pues si hubieras presenciado esa ceremonia, sabrías cómo se sentían los judíos con respecto a su templo. Quamodo sedet sola civitas... Es un cántico precioso. Deberías ir una vez, sólo por oírlo. [p. 134]
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Una palabra que viene de tan lejos, de Nanny Hawkins cosiendo junto a la chimenea y la lamparilla consumiéndose ante el Sagrado Corazón. Cordelia y yo con el catecismo, en la habitación de mamá, antes del almuerzo de los domingos. Mamá acarreando mi pecado a la iglesia, en la capilla, doblegada bajo su peso y el velo de encaje negro; mamá en Londres, saliendo furtivamente de casa antes de que encendieran las chimeneas; llevándolo con ella por las calles vacías, donde aguardaban los caballos del lechero, con las patas delanteras sobre la acera. Mamá agonizando con mi pecado que le devoraba las entrañas mucho más cruelmente que su propia enfermedad mortal. [p. 174]
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-Cordelia, ¿qué pasó con la capilla?
-La cerraron, papá, cuando murió mamá.
-Era suya, yo se la regalé. Siempre hemos sido arquitectos en mi familia. La construí para ella; a la sombra del pabellón, la reedifiqué con las viejas piedras de detrás de las viejas paredes... Fue lo último que llegó a la antigua casa y lo primero en desaparecer. Hubo un capellán hasta la guerra. ¿Te acuerdas de él?
-Yo era demasiado joven.
-Entonces me marché. La dejé rezando en la capilla. Era suya. Era su lugar. Nunca volví para interrumpir sus oraciones. Dijeron que luchábamos por la libertad. Yo gané mi propia victoria. ¿Fue eso un crimen?
-Yo creo que lo fue, papá. [p. 202]
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Viven aquí el ama de llaves y un par de viejas criadas, arriba; no las molestarán para nada; y un padre católico víctima del bombardeo de Londres, a quien lady Julia acogió: un viejo raro y muy nervioso, pero que no da problemas. He abierto la capilla; las tropas disponen de autorización para ir, y le sorprendería ver cuántos asisten. [p. 208]
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Quedaba una parte de la casa que todavía no había visitado, y me encaminé hacia ella. La capilla no ofrecía muestras de su largo abandono; las pinturas modernistas estaban tan frescas y brillantes como siempre; la lámpara modernista volvía a estar encendida delante del altar. Recé una oración, una fórmula de palabras antiguas, recién aprendida, y salí para dirigirme al campamento. Por el camino, y mientras oía sonar el toque de fajina, pensé:Sobre Brideshead = Cristo/Iglesia: Hitchens.
«Los arquitectos no sabían a qué fin se destinaría su tarea; hicieron una casa nueva con las piedras del viejo castillo; año tras año, generación tras generación, la enriquecieron y ampliaron; año tras año, la gran plantación de árboles del parque fue creciendo hasta alcanzar la madurez; hasta que, en una helada repentina, llegó la era de Hooper; el lugar quedó desierto y todo aquel esfuerzo no sirvió para nada. Quomodo sedet sola civitas. Vanidad de vanidades, todo es vanidad.
»Y, sin embargo -seguí pensando, al tiempo que aligeraba el paso hacia el campamento, en donde, después de una pausa, la corneta repetía el toque de fajina-, sin embargo ésa no es la última palabra; ni siquiera es válida; es una palabra muerta desde hace diez años.
»Ha surgido algo totalmente ajeno al proyecto inicial de los arquitectos y a la pequeña y violenta tragedia humana en la que yo desempeñé un papel; algo que ninguno de nosotros pensaba entonces. Una llamita rojiza... Una lámpara de cobre batido, de diseño deplorable, encendida de nuevo ante las puertas de cobre de un sagrario..., la llama que los antiguos caballeros vieron desde sus tumbas, y que vieron apagar; esa llama vuelve a encenderse para otros soldados, lejos del hogar, más lejos en su corazón que Acre o Jerusalén. No habría sido posible encenderla si no fuera por los arquitectos y los actores de la tragedia, y aquí la encuentro esta mañana, de nuevo prendida entre las viejas piedras. »
Apresuré el paso y llegué al barracón que servía de antesala.
-Hoy pareces mucho más contento que de costumbre -dijo el segundo comandante. [p. 212, final de la novela]
Aquí dicen que el modelo de capilla sería la de Madresfield Court: aquí más datos y algunas fotos.Y aquí un pdf sobre la casa y la capilla. Una foto:
Recordando a G. Burgon, el compositor de la música de "Brideshead revisited".
ResponderEliminarBurgon lo que compuso fue un "Ave verum Corpus", por cierto.
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