Orbaneja y Moradillo de Sedano

El domingo por la mañana llovía, así que la tortilla que nos íbamos a comer en el campo la dejamos en casa y nos fuimos nosotros en dirección a Orbaneja del Castillo, un pueblo al noroeste de Burgos, cerca de Cantabria, metido en el desfiladero que hace el Ebro. En los riscos hay formaciones rocosas que se supone que se parecen a dos camellos y a África, pero lo que iban a enseñarme mi madre y mis hermanas, que habían estado hacía una semana, era la cascada

que sale en medio del pueblo de un pequeño manantial, que recorre un pequeño trecho llano y se despeña en un salto impresionante y acaba en un estanque de corrientes aguas puras y cristalinas

(¡hasta a mí me apeteció meterme!) que poco después acaban en el Ebro, para que les hagan una expo en Zaragoza y las dejen morir en el mar en Cataluña. Con las lluvias de mayo la cascada era una sinfonía de gotas oxigenadas explotando entre piedras de verdín (y olé mi barroquismo).

En el camino a Sedano se nos cruzó un ciervo (como una visión) y luego dejamos a un lado un risco con la ermita de santa Centola (sic). En Sedano Eva se encontró a un conocido que le dijo que en ese momento iban los de una excursión organizada a la iglesia románica de un pueblín de al lado, Moradillo de Sedano, así que renunciamos a los pinchos del bar y para allá que nos fuimos, aunque la tabla de jamón y queso que tenían en una mesa y los calamares de otra invitaban a la traición al saber: pero es lo que te tiene ser culto, que hay que pasar por esos sacrificios).
Moradillo de Sedano son dos casas (exactamente dos), pero la iglesia tenía una pinta muy buena. y esta era la portada:

La manfleta que enseñaba a los manfletos de la excursión (manfleto es una palabra del léxico familiar; la creó mi padre para referirse a los que son un poco brutos, aunque no hay traducción exacta; la frase es: "ese/esa es un manfleto/a", y ya no hay que explicar más), la manfleta, digo, explicó que el que estaba en el centro era Dios Padre y los de alrededor eran los evangelistas: bien, veis a Cristo en majestad y cuatro ángeles alrededor. En la primera arquivolta, los veinticuatro ancianos del Apocalipsis y en la siguiente, escenas de centauros y de la matanza de los inocentes (la manfleta explicó que el tema se repetía por esos pueblos y aventuró que podía ser para meter miedo a los niños): bueno, vale. Y en realidad importaba poco, porque era una portada preciosa, y en la iglesia había unos capiteles deslumbrantes, magníficos. Más aquí.
Y lástima de tortilla que no nos llevamos, porque empezó a abrirse el sol. Y en el camino, otro ciervo (o corzo o lo que fuera), subiendo por una empinada cuesta, y nosotros que nos paramos a verlo.
Y en casa la tortilla que había hecho mi madre estaba bien de buena y las ensaladas postmodernas que hacen Marga y Eva, con sésamo, berros, vinagre de Módena, queso azul y un tomate buenísimo, raf o algo así lo llaman, pues también.
Y me tuve que llevar la crema hidratante por prescripción hermanil y prometer que me la iba a echar en los brazos, que seguían rojos de aquel día en la playa.