1. Frivolizo dándomelas de crítico de arte contemporáneo y me llega esta genial definición de Andrés de lo que hago:
Creo que sería mejor que visitase las exposiciones sin la media sonrisa melancólico-altiva; si deslastrase algún que otro prejuicio: no todos los artistas contemporáneos son adolescentes tardíos de las juventudes socialistas que no leyeron a los clásicos.
2. Digo una tontería después de mirar por encima una colección de poesías completas de Alberti, y eso da pie a buenos comentarios de cuáqueros y poetas. El poeta García-Máiquez hace un comentario muy bueno sobre Alberti, y me alegro de haber dicho una chorrada si le ha servido para escribir eso en su nuevo blog, altamente recomendable. Visitadlo pinchando aquí encima.
Y ya puestos a hablar de nuevos blogs: aquí el de Fernando Lillo, sobre Cultura Clásica, también muy bueno.
3. Digo que la flor de asagao es una prímula con toda desfachatez, esperando que Antón me corrija; y sí, me corrigió, era una corregüela (convolvulus). Veamos:
Yo soy un hombre
que come su arroz,
ante la flor de la prímula.
No, no queda bien; demasiado delicado.
Yo soy un hombre
que come su arroz,
ante la flor de la corregüela.
Suena a jota castellana, pero no me imagino a nadie de Castilla comiendo arroz ante una flor. Habrá que dejarlo como tradujo D'Ors:
Yo soy un hombre
que come su arroz,
ante la flor de asagao.
4. Pero de los últimos comentarios mi favorito hasta ahora es una formulación preciosa de la cenosis de Cristo, bien que en un comentario muy crítico con mis ideas:
¿No es una definición magnífica?Usted, que venera una imagen sanguinolenta de un hombre azotado, escarnecido y crucificado hasta la muerte.
No esperaba menos de usted, don Ángel, era un resquicio demasiado evidente, como ya sospeché. Pero también esperaba más, al pensar que la última bravata de sus obispos lo habría envalentonado. Como usted sabe y no dice, no me refería con mis palabras a la cenosis de Cristo (qué curioso, ese llenar de contenido un personaje ficticio para luego vaciarlo), sino al sadismo (o sadomasoquismo) intrínseco de sus seguidores, y en general a la pulsión de muerte que sustenta y explica su doctrina. Sobre la cual, si usted quiere, podemos hablar en otro momento. Buenas noches.
ResponderEliminarJuan Francisco Martos
(Sólo accidentalmente se amparó en el anonimato mi primer comentario, al borrar involuntariamente mi nombre junto con un último párrafo demasiado extenso y un pelín farragoso)