En la sala de pintura italiana del Quattrocento sí que disfruté. Ya conocía bien El tránsito de la Virgen de Mantegna, pero qué importa, siempre es una maravilla. Esta vez miraba además desde la ventana el paisaje que vi desde el palacio de Mantua donde se hizo el cuadro. Es una tontada, pero todo ayuda. Y el hecho de que es un paisaje maravilloso, maravillosamente pintado (en la web del Museo lo podéis ver muy en detalle):
Había varias obras de Antoniazzo Romano, que me gustaron: una Virgen con el Niño que, no sé cómo decirlo era elegantísima: era dulce, eran muy claras las líneas del dibujo, era elegante y solemne y me recordaba a lo que vi en Florencia. Muy bien, es un cuadro que robaría para quedármelo. También había un tríptico, pero con cinco tablas, muy bueno, con fondos de oro, gran delicadeza en las figuras, enorme serenidad.
El cuadro más importante de la sala era la Anunciación de fra Angelico. Oí a varios hablar mientras estaba allí y era de llorar de pena, ese tonillo condescendiente: el Espíritu Santo les parece algo cómico, a esos extremos hemos llegado: al único pecado imperdonable.
Yo no había caído en que es un cuadro para Fiesole, de donde era él y donde estuve yo. El cuadro está restaurado y no sé si chirría un poco de tan limpio, sobre todo el suelo, con vetas de mármol demasiado coloridas. El oro de los rayos del Padre al Espíritu Santo brillaba muchísimo. También me fijé en que las columnas que pinta son demasiado finas, que el rosa era demasiado rosa. Pero bien. En un lado habían puesto la predela, con escenas de la vida de la Virgen. Me entró un estendalazo de nostalgia de tener un estendalazo en Florencia. En una escena me pareció que representaba San Miniato al monte:
En otras escenas los cielos eran azules oscuros, muy oscuros, los prados, muy verdes. Había una especie de san Pietro in Montorio, pero abierto, avant la lettre. Qué bien.
Y estaba yo extrañado de no encontrar en la web del Museo imágenes de la predela y resulta que han puesto un vídeo de la restauración, donde se ven muy en detalle las escenas:
un solo cuadro y tiempo para gustarlo, un placer museístico
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