Desde la Biblioteca Nacional fui paseando hasta el Museo del Prado. Justo detrás, en el Arqueológico, había una exposición de muy buena pinta sobre arqueología en Rumania: los dacios, los escitas quizá, los tracios quizá. Pero en esta vida hay que elegir y yo tenía dos horas en Madrid y no estaba en El Prado desde hacía mucho.
Era una tarde luminosa, de un cielo muy azul. Era una delicia. Pero no me hizo tanta gracia hacer cola al sol. Había una chica, del tipo de guapa hispánica racial morena, con su novio, que parecía guiri: estaban como despistados, puestos de lado. Acabé adelantándome un metro porque me estaban hartando. Ahí la chica se picó, porque eso de que se le colase alguien no lo podía soportar: yo me puse a conversar con ella sin levantar la voz, pero con tonillo condescendiente. El novio guiri no decía nada. Luego, sacada mi entrada gratuita, les saludé y el novio guiri, un bendito, me saludó.
Entré en el Prado por fin. Había que tomarse la temperatura para entrar: me fastidió. 35,8 tenía.
Me fui a ver la pintura española desde finales del XV al XVI. Ahora que sé un pelín más, tengo que decir que resulta bastante decepcionante. Hay mejor pintura en el último vídeo de Tangana (un poco cortos los del Cabildo de haber controlado mejor el proceso, todo hay que decirlo).
Y como para contradecirme, justo hoy sacan en El Prado un vídeo sobre pintura gótica, donde se centran en la pintura del XV. El mejor, Pedro Berruguete:
Respecto al XVI, la rotonda de abajo la tenían llena de Juan de Juanes, que blandea bastante. Solamente me gustó un retrato de caballero santiaguista, que era más vivo de lo normal, la cara al menos.
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