Me enteré ayer del fallecimiento de Daniel Škoviera. Lo conocí en un curso de griego moderno en Tesalónica, nada más terminar yo la carrera. Él era ya mayor, muy buena persona. De entonces solamente me acuerdo de que en un paseo por la ciudad acabamos en medio de una boda muy aparatosa, con los invitados poniéndole billetes en el vestido a la novia.
Cuando pasé un verano en Bratislava le escribí y estuve varias veces con él. Era ya catedrático de la Universidad, trabajando en cosas de literatura griega y humanismo en Eslovaquia. Era hijo de un sacerdote católico de rito oriental (allí la tradición es que los sacerdotes se puedan casar) y -leo ahora en un obituario- padecieron persecución; primero su padre (él nació en el este de Eslovaquia, entre Polonia y Ucrania, donde hay más católicos de rito oriental) y luego él, que pasó diez años apartado de la docencia, hasta 1989.
Yo entonces pude asistir a las celebraciones litúrgicas en la iglesia de la eparquía católica de Bratislava: lo conté aquí (y también sobre el iconostasio y los ritos). Él era el cantor: era como el portavoz de los fieles en un diálogo siempre cantado, o salmodiado, con el sacerdote. Eran celebraciones de hora y media o dos horas y yo creo que han sido las Misas más impresionantes a las que he asistido, sin entender una palabra además. Ya puse un enlace de una grabación de una celebración con su coro. Aquí tenéis canciones del coro que dirigía.
Con él y su mujer fuimos un día hasta el río Danubio, al castillo de Devin, en el limes, pero en el lado de fuera, aunque con restos cristianos desde el siglo IV. Daniel representa para mí la fe vivida hasta las últimas consecuencias: su padre era un sacerdote confesor de la fe, su hijo es ahora un sacerdote. En esta foto que tomo, como la otra, de la Eparquía Católica de Bratislava, se le ve como era, una persona de gran humildad:
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