martes, 21 de febrero de 2012

Contra el carnaval

A mí no me gusta nada disfrazarme, vaya eso por delante.
Estos días estoy bajo la conmoción de la lectura comentada con los alumnos de la República de Platón. En el libro III (395-396) Sócrates rechaza todo lo que tenga que ver con disfraces e imitaciones en la vida de los guardianes del estado. De imitar -dice- que imiten a los mejores que ellos: todo lo demás es perjudicial. Y no es fácil ir contra Platón.

Pero luego veo a niños pequeños con disfraces (de perro, de león, de murciana) y no puedo evitar reírme.

Yo haría lo posible para que las autoridades públicas no apoyasen los carnavales (con la excepción de niños de menos de 7 años y cuatro carnavales arqueológicos en aldeas remotas de Orense). Y hasta pondría un impuesto -50 euros por disfraz, y el dinero que se destinase a crear conservatorios (llamadme demagogo: me lo merecería).
Creo que en eso me apoyarían desde Platón a don Pompeyo Guimarán y todos los de Giner de los Ríos, pasando por Jovellanos. Que la gente quiera disfrazarse es su problema, pero dos días de fiesta oficial, yo creo que no. Y sin Cuaresma después, pues ya ni como excusa contra pretéritas negritudes levíticas. De liberarnos de algo, debería ser de la furadelsbausazión que venimos padeciendo los últimos 25 años.
Y tampoco creo que disfrazarme de Guardia Civil me hiciese comprender mejor a los Guardias Civiles: esa es la diferencia con leer una novela protagonizada por un Guardia Civil o ver una película de guardias civiles (creo).

E iba a ponerme a desarrollar por qué creo que fomentar el Carnaval es una estupidez, pero tiro de archivo y recuerdo que ya es nuestra vida entera toda una comedia en la medida en que nos estamos olvidando continuamente de quiénes somos.
Y luego, qué bien lo explican a medias Enrique y Chesterton.
Y sí, sí que tenemos que hacer comedia, pero primero ante el único que nos mira siempre con atención -aunque no se le oigan siempre los aplausos. Y actuar así con nuestra vida ya cuesta bastante como para pensar en hacerlo imaginándose cómo lo haría otro.

7 comentarios:

  1. Pues yo, en cambio, discrepo. Dejo claro que a mí tampoco me hace especial ilusión ponerme caretas ni travestirme ni hacer como que soy cualquier superhéroe o personaje cualquiera.

    En cambio, reivindico el juego, simplemente. Me gusta jugar, me gusta que jueguen. Y el Carnaval es un juego, sólo eso. Juguemos, pues.

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  2. Disculpa la falta de firma, Ángel. Soy Ber, de Gijón. Un abrazo.

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  3. Lo explicas mucho mejor tú, es la verdad. Y Chesterton tampoco es manco. Yo me despisté un poco con tanto disfraz, deslumbrado por la murciana. Gracias.

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  4. Me he reido un montón. Y sí, eres un poco demagogo, pero da igual.

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  5. Que mal os sienta la ceniza a algunos.

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  6. "Es su problema". Lo dice un filólogo tan ilustre y me deja chafado a mí, que creía haber aprendido de otro no menos ilustre filólogo (pero supongo que habré entendido mal) que ese uso del posesivo en castellano es un anglicismo (¿introducido quizá, por los malos doblajes de las películas?), que en español cuando algo es "su problema", entonces es "su problema por antonomasia", que los problemas que no llegan a tanto son sencillamente "problema suyo". Pero, ya digo, seguro que lo había entendido yo mal.

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