jueves, 25 de noviembre de 2010

Segunda navegación

Los dos capítulos iniciales los leí con el corazón en un puño: uno con reflexiones sobre su actitud ante la muerte, al hilo de una operación de corazón que duele sólo con leerla, y otro sobre su depresión, impresionante, pero este Segunda navegación de Alejandro Llano en conjunto me ha gustado menos que Olor a yerba seca, su primer libro de memorias.
Quizá hubiese sido mejor que lo hubiese titulado Parerga y paralipomena, porque más que cambio radical de enfoque (eso es lo que fue la Segunda navegación según Platón), este libro es una especie de complemento del otro, con algunos capítulos sobre estos últimos años y otros sobre temas monográficos: política, universidad, empresa, lecturas, maestros.
Yo creo que lo mejor del primer volumen y lo mejor de este podrían hacer un volumen único excelente, de verdadero valor, pero para eso habría que quitar algo (y aun algos).
Partiendo de la base de que la sinceridad es su principal virtud, aquí es un poco complaciente y en esos casos el libro pierde fuelle. Y no sé, le criticaría algunas otras cosas:
-Lamenta la deriva burocratista y mercantilista de la Universidad, pero luego presume de haber hecho un plan estratégico en la suya (y yo, que padecí uno aquí, tiemblo al recordar el papeleo que traen los malhadados planes estratégicos).
-Se queja de los nuevos medios, pero con un discurso que suena a queja de ludita (y critica a los profesores blogueros: menos mal que no me di por aludido).
-Desea una Universidad comprometida con la belleza, pero luego alaba el Guggenheim de Bilbao.
-Afirma que no lee bestsellers y luego dice que le gusta La dama de blanco, de Wilkie Collins.
-Y cuando habla de política no me encuentro un discurso coherente en el que desarrolle sus ideas, así que me deja perplejo que vuelva a eso de que es socialdemócrata (ya lo había dicho de pasada en el primer volumen). Ahora precisa que no lo es como los socialistas, así que yo ya no sé qué pensar, porque si es socialdemócrata como Fernández Ordóñez (inmortalizado por Miguel d'Ors) o José Bono, pues vaya. Y no quiero pensar que tenga nada que ver con Miguel Herrero de Miñón (cuyo infame informe del aborto en el Consejo de Estado destruyó mi fe en el Derecho con mayúscula), que aparece de su brazo en este libro.
Y si lo que propone es el Humanismo cívico pero a continuación dice que se lo fusiló Zp en un discurso, yo en su caso o me voy al Juzgado de guardia a denunciar el plagio -o mejor, a pedir daños y perjuicios- o si no, se me ha hundido el humanismo cívico para siempre.
Hombre, yo ser "demócrata con preocupación social" lo veo bien (yo casi hasta me apuntaría a lo de demócrata cristiano, entendiéndolo inocentemente como "cristiano partidario de la democracia" y no como un amigo mío que los retrata así: 'ni una mala palabra, ni una buena acción'); a lo que no me apunto es a ser socialdemócrata como lo son el 99% de los socialdemócratas.
Ay, de Alejandro Llano me esperaba un análisis muchísimo más riguroso de las teorías políticas y sus consecuencias.

1 comentario:

  1. Estimado Ángel, te dejo un link al blog de don Enrique Monasterio, sacerdote del Opus Dei, en el que hoy hace referencia al libro de Alejandro Llano.

    http://pensarporlibre.blogspot.com/2010/11/la-segunda-navegacion-de-alejandro.html

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