Esta entrada en realidad no es porque esté quemado con nadie, porque hoy vuelvo a hablar del CGAC, tema predilecto mío que consigue que parezca chistoso, irónico y ocurrente sin cansarme en buscar adjetivos.
La muestra La sombra de la historia / Los contextos que vienen es una mierda. Para colmo esta vez les ha dado por obligar a ponerse guantes para poder tocar los 'periódicos/revistas/objetos de papel' que exponen (a mí me dio tiempo de tocarlos bien [esto ya es un leitmotiv de mi relación con el CGAC: aquí, aquí y aquí) antes de que se nos echara encima la pobre chica que tienen allí sólo para eso, la pobre. Además había una mierda malota-estúpida de un tal Joan Morey, una película que no tenía mala pinta de Paco Cao y dos películas de dos horas cada una de María Ruido, que es completamente estúpida (no ella, no, pero da la impresión de que sí, por los tres minutos que vimos: mira, maja, menos rollos con Rosebud y las políticas de la memoria y aprende primero un poco de montaje).
La exposición de un checo, Jirí Kovanda, no estaba mal al principio: piezas pequeñas, hechas con delicadeza, collages, materiales pobres del otro lado del telón de acero pero tratados con cariño. Pero debe de tener algo estropeado en el gusto, porque luego veías la performance que hizo en la Tate Modern (¡la Tate Modern!) en 2007: detras de un cristal, esperaba el artista que la gente le besara; y pensé: qué gilipollas (sic).
La exposición de un checo, Jirí Kovanda, no estaba mal al principio: piezas pequeñas, hechas con delicadeza, collages, materiales pobres del otro lado del telón de acero pero tratados con cariño. Pero debe de tener algo estropeado en el gusto, porque luego veías la performance que hizo en la Tate Modern (¡la Tate Modern!) en 2007: detras de un cristal, esperaba el artista que la gente le besara; y pensé: qué gilipollas (sic).
Y qué bien tener el CGAC a un paso.
Estoy leyendo con calma toda esta serie gloriosa de entradas bajo la etiqueta "CGAC". No lo había hecho hasta ahora. En otros tiempos (hace mucho ya, por suerte) me dejé caer alguna vez por ese museo -o lo que sea- y la sensación de estupefacción y tomadura de pelo fue exactamente la misma que usted relata aquí. Incluso llegué a pensar que yo debía estar muy equivocado, porque los elogios y parabienes hacia estos individuos por parte de toda la falsa tramoya que los mantiene eran constantes...Me alegra y me alivia mucho ver cómo desmonta usted todo esto de una manera tan lúcida, tan inteligente y tan humilde. Lo estoy pasando muy bien leyendo sus comentarios, de verdad, son una terapia excelente contra la gran impostura de todo este personal; un personal que se comporta, por otra parte, como una auténtica mafia, que tiene tomadas las instituciones y que ha secuestrado y arruinado ya el gusto estético, la moral y la formación de un par de generaciones a base de repetir estupideces. Lo más indignante, además, es que todo esto (que es pura basura en el noventa por ciento de los casos), vaya a cargo del erario público. Así que sólo se merece parodia y cinismo.
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