En la última sala había el típico expositor de postales, en este caso paquetes de postales. Como tenía un día tocón saqué uno, a ver qué era. Por detras se me acercó uno de camiseta y me dijo que esos paquetes los daban gratis en la entrada. Como llovía sobre mojado (es verdad: se han pasado la consigna entre ellos) le dije que por qué no ponían un cartel para decir eso. El pobre chaval ninguna culpa tenía, pero yo estaba picajoso.
Subí al último piso: exposición de cuadros de Menchu Lamas: no se me ocurre nada que decir.
Al salir pedí una hoja de reclamaciones: escribí que me gustaría que en las exposiciones hubiera carteles con 'modo de empleo'; expliqué que no tenía nada en contra de los empleados, que me habían tratado con exquisitez, y añadí que esperaba que mi hoja de reclamaciones al menos le sirviera a un doctorando en teoría del arte. Como coda (la maldita vanidad) añadí que iba a hablar de ello en mi blog. No sé qué habrá sido de esa hoja: espero que alguien la haya leído.
Salí de allí. Para ver algo bonito me fui al jardín de Bonaval. Estaba el cielo cubierto pero dejaba huecos al sol que se ponía. Había una luz maravillosa, de esas que sólo podemos disfrutar aquí, como con cuerpo: como roja, como ocre pero brillante. Los castaños estaban llenos de eso, de castañas. De repente me di cuenta de que había un Chillida (¡y yo sin enterarme!) junto a un árbol. Y qué bonito el arbol. Y llovía como si nevara, gotas esféricas mínimas.
Yo también venía a alabarte el último párrafo, pero veo que lluevo sobre mojado.
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