Hace año y medio -y por razones bien sabidas- dejé de fumar; a la vez y sin proponérmelo perdí todo interés por todos los deportes (el fútbol y el Real Madrid incluidos; sólo se quedó un apego más sentimental que otra cosa a la Fórmula 1), los telediarios y los periódicos (espero que en los tres casos para bien y definitivamente), pero también y muy a mi pesar la novela: desde los siete años leyendo sin parar y de repente ya no aguantaba ninguna, sólo leía biografías, ensayo y poesía, pero novela no.
Eso me preocupaba lo indecible (lo de que a una determinada edad hay que dejar de leer novela siempre me pareció una enorme tontería, por mucho que la dijera Pla -y ese es el motivo de que no me acabe de caer bien: no empatizo con él) o una peligrosa tentación platónica, en la que no quería caer: estoy cada vez más convencido de que el saber no es acumular inputs, ni asimilar formas -¡hijo, aprende matemáticas, dicen los padres preocupados!-, sino comprender y comprenderse (sea eso lo que sea).
Pues bien, tengo que decir con gran alegría que he acabado mi primera novela (la última de Richard Ford, que en español se llama Acción de gracias y en el original The lay of the land) después de este periodo de año y medio que Frank Bascombe, el protagonista, llama el Periodo Permanente.
Eso me preocupaba lo indecible (lo de que a una determinada edad hay que dejar de leer novela siempre me pareció una enorme tontería, por mucho que la dijera Pla -y ese es el motivo de que no me acabe de caer bien: no empatizo con él) o una peligrosa tentación platónica, en la que no quería caer: estoy cada vez más convencido de que el saber no es acumular inputs, ni asimilar formas -¡hijo, aprende matemáticas, dicen los padres preocupados!-, sino comprender y comprenderse (sea eso lo que sea).
Pues bien, tengo que decir con gran alegría que he acabado mi primera novela (la última de Richard Ford, que en español se llama Acción de gracias y en el original The lay of the land) después de este periodo de año y medio que Frank Bascombe, el protagonista, llama el Periodo Permanente.
Ha ayudado el hecho de que el protagonista -que ya conocía de El día de la independencia- esté en esta pasando por un tratamiento de cáncer: empatía, podíamos llamarlo. Son más de 700 páginas en las que Frank Bascombe hace una topografía de la tierra (lay of the land) en torno a la fiesta de Acción de gracias. Y la pregunta de fondo es si hay que dar gracias por algo, cuando uno no cree en nada y se encuentra en un punto de crisis radical por la enfermedad.
La novela no aporta nada en el plano del para qué: no da soluciones, no tiene moraleja, pero está escrita con una sabiduría literaria (sea eso lo que sea) prodigiosa: yo, que estoy fascinado con Estados Unidos, he disfrutado cada detalle (aunque visto desde la óptica de uno del partido demócrata, que no para de meterse con Bush), en una especie de diario vital de dos días del personaje. Hoy pensaba que al menos gente como él estaría contenta esta mañana por algo (otro proceso empático para sobrellevar lo de Obama) y si no tienen otro motivo de alegría, habrá que darles estos, por mucho que sean a pequeña escala.
Hace dos años no hubiera leído esta novela ni loco (por mi hipocondría: ¡una novela en la que un enfermo de cáncer cuenta todo lo que se le pasa por su mente!), pero ahora lo he pasado muy bien con este libro. Un párrafo:
(...) aunque, como de costumbre, el júbilo no es desbordante -como antes- porque todas las sensaciones, buenas o malas, pasan ahora por el circuito amortiguador del paciente de cáncer, víctima o superviviente. El tiramisú no sabe tan dulce. La nueva mano de pintura no tiene el mismo brillo. En el papel satinado, sobre Miss America planea una sombra de desesperación, su sonrisa lucha por abrirse paso en un bosque oscuro. Eso es lo que la buena suerte nos depara a los supervivientes. Aunque hay que pensar en los otros pobres cabrones, los que de verdad tienen la negra -no simplemente la gris, como yo-, los que esta mañana vuelven a Omaha en avión y han de poner urgentemente sus asuntos en orden.
He aprendido, sin embargo, a dejar que el júbilo sea embriagador, aunque sólo dure un momento, y pelear luego en la sombra como un boxeador. (...) Estoy listo para saltar al ring y afrontar la jornada. Una vez más, es el día de Acción de Gracias (p. 582-3).
Sobre Richard Ford, pues la wikipedia (y en español un poco peor, pero bueno). La crítica lo suele encuadrar con Raymond Carver y Tobias Wolff, que me parecen mejores que él.
Richard Ford es uno de mis escritores favoritos, y Frank Bascombe un viejo amigo. Además de las novelas que comentas, es también el protagonista de "El periodista deportivo", la novela que inicia la trilogía.
ResponderEliminarY sí, Frank Bascombe estará hoy contento. Richard Ford dijo que le había confesado que votaría a Obama...
¿Ves? Esto de visitar blogs me resulta traumático (de vez en cuando).
ResponderEliminarYo pensaba en Richard Ford y no me cuadraba lo que leía...hasta que entendí que era otro Ford y otro Richard.
Que no serán ni parientes, me temo.
Ogh!
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