Pasaba el otro día por los estantes de la Biblioteca de la Facultad, a la caza de novedades (no se molestan en ponerlas en un sitio aparte, hay que ir buscando por los estantes) y me llevé una sorpresa mayúscula: una edición nueva de De los nombres de Cristo*, y una gran edición que viene a sustituir a la muy buena pero ya de hace 30 años de Cristóbal Cuevas en Cátedra. Y me llevé el alegrón porque la edición estaba a cargo de Javier San José Lera, profesor de Salamanca y uno de los grandes expertos en fray Luis. Y esto, poco después de la de la poesía de Antonio Ramajo Caño en la misma colección.
Pero lo que pasa, que no dura la alegría en casa del pobre: esta colección, heredera de la que Francisco Rico (que es listo como el hambre) comenzó en la editorial Crítica, siempre tiene un 'estudio preliminar' delante, en realidad unas páginas de lucimiento, puestas allí supongo que para dar cancha y royalties a las vacas sagradas. Bien, podrían haber puesto como prologuista a Colin Thompson o a José Jiménez Lozano o a Ricardo Senabre, pero han sacado de su tumba a don Fernando Lázaro Carreter (que murió en 2004) para decir dos tontadas (y perdón, de mortuis, etc.) sobre Renacimiento=pagano y sobre fray Luis y sus posibles dificultades vitales (voy a decirlo así, porque ya sabéis que era un fraile, je, je), cosas archisobadas sobre sus sonetos amorosos y falsas de toda falsedad. Además tiene una enorme pinta de refrito de no sé dónde [busco en google dos segundos y sí, refrito de esto, de 1995; y me temo que refritado luego aquí, en 1996], porque de lo que no habla casi es de Los nombres de Cristo, que tengo para mí que no leyó nunca o leyó mal: una obra cuyo tema es los nombres de Cristo en la Sagrada Escritura qué iba a importarle. Él se leía las poesías castellanas, buscaba datos eruditos y se los clavaba como chinchetas, leía el prólogo sobre la lengua y hacía unas verónicas sobre las lenguas vulgares y lo demás le daba igual, al menos a juzgar por la ignorancia oceánica que muestra sobre fray Luis, en el que ve sólo lo que quiere ver: sus cuatro ideas tontas sobre el Renacimiento, en las que fray Luis no le encaja.
La lástima es que a Lázaro Carreter todo el mundo le rió la gracia de El dardo en la palabra (porque somos muy policías -también en las lenguas- y nos va el rollo de se puede/no se puede decir esto o lo otro y espero no estar pisando muchos callos ahora, pero es lo que pienso) y le hemos convertido en el gran sabio, cuando sí, bien, era un catedrático, pero sobre todo un hombre bien relacionado y editor de libros de bachillerato (con los que se forró, y eso no me parece mal): y gracias a él nos hemos cargado el gusto de los españoles de las últimas generaciones (¡aquel libro de Literatura de COU!). Bueno, me callo, que me embalo y me despeño. Y pudiera ser que le encargasen esos folios y hubiera reutilizado sus cuatro papeles y luego la edición se hubiese retrasado, que todo puede ser, pero el hecho es que es una mierda el texto de Lázaro Carreter.
Menos mal que al dejar esas penosas páginas detrás, nada más comenzar el estudio de Javier San José la cosa cambia como de la noche al día: para empezar, con un par, dice lo que hay que decir: que fray Luis era ante todo y sobre todo un biblista (es lo que te tiene cuando alguien lee los textos de verdad). Y podría haberlo comparado con Ratzinger, que es la figura que veo más cercana a él, pero quizá hubiera estado fuera de lugar.
Y hasta aquí he leído sólo, que me queda todo el estudio preliminar, que promete mucho. Y la edición seguro que estará muy bien, visto el nivel de las otras ediciones que ha hecho Javier San José.
Os lo recomiendo vivamente: un must, un libro para comprar y quedárselo (arrancando lo de Lázaro Carreter con un cutter). Los 35 euros los vale de sobra.
*Fray Luis de León. De los nombres de Cristo. Edición, prólogo y notas de Javier San José Lera. Estudio preliminar de Fernando Lázaro Carreter, Barcelona, Galaxia Gutemberg - Círculo de Lectores, 2008, ISBN 978-84-8109-693-4
Yo ya lo había pedido. Ahora me falta que me envíes el cuttex...
ResponderEliminarMuchas gracias. Ya mismo
ResponderEliminarLo de Lázaro Carreter y Fray Luis efectivamente tiene un trago. Recuerdo que cuando leí los Nombres -en Austral, en la edic. de A.Sánchez Zamarreño-, cada vez que me encontraba con una nota de L.Carreter, todas tan ramplonas, me cabreaba. Por ejemplo, en el pasaje maravilloso de tu trabajo idem, el de la avecilla perseguida por los cuervos que, cuando creen que se ha ahogado, sale del agua cantando con una dulzura nueva, él no ve más que una alusión a las conjuras, a la prisión y, por supuesto, al "exilio interior" y demás zarandajas (creo que su tesis doctoral iba de eso, de fuga del mundo y exilio interior. La cosa era exiliarse de algún modo).
De todos modos no es el único incapaz de leer a Fray Luis, y no te digo ya a los místicos. Son mayoría los profesores y críticos literarios que no ven más que asuntos humanos disfrazados a lo divino. Como para convencerlos de que ocurre justo lo contrario, que Fray Luis, hasta cuando traduce las Bucólicas o a Tibulo, habla de Dios, que son sus obras "profanas" las que están vueltas "a lo humano".
Vuelvo: ramplón y grandilocuente, que es peor.
ResponderEliminarEsta es la nota del pasaje de la avecilla (Hijo de Dios):
183.Comenta Lázaro Carreter: "He aquí el anhelo ardiente del gran poeta, cuando el torbellino que se conjuró contra él ha convertido el mundo, su Salamanca aúrea, en tierra sin libertad; elevarse por el aire cantando una dulzura nueva, y convertir su exilio interior en regreso etc. etc."
Enrique, Cuttex son las limas, mejor el cutter, ese cuchillito para cortar cartulina y papeles, que dice Arp.
dice
Sí, justamente, cb, eso es lo que me pudre de Lázaro Carreter (y de tantos filólogos), esos clichés y ese detejasparabajismo y esos vuelos de grajo (sic y sic). Y esa visión tan tonta del Renacimiento: si no es pagano no es Renacimiento (no hubo Renacimiento pagano, salvo cuatro).
ResponderEliminarY por no hablar del fray Luis neoplatónico, que esa es otra, y del fray Luis estoico (que menos mal, pero tampoco). Pero tendrían que leer primero a fray Luis y luego a Alain Guy y a Thompson, por ejemplo, pero quién se pone a leer cuando tienes unos buenos clichés a los que agarrarte.
Casi nadie dice (salvo los que he citado en esta entrada) que fray Luis era un erudito cristiano y un cristiano de pies a cabeza: se han mareado con esa distinción de ascética y mística tan mal explicada en los manuales de literaturas española, por ejemplo los de Lázaro Carreter.
¡Cutter, claro! Qué corte.
ResponderEliminarBravo, Angel! Te veo en plena forma, a degüello con Lázaro Carreter. Los comentarios de Cb me terminan de convencer. Al leer después a Ratzinger en Jesús de Nazareth (el capítulo dedicado al Bautismo) no pude evitar acordarme de Fray Luis y de tu brillante ensayo. Me haré con el libro, y con el cutter, en plan "Club de los poetas muertos".
ResponderEliminarNo te lo vas a creer. Me lo ha regalado mi madre esta semana. El primer capítulo "De los nombres en general", ya muestra a un tipo muy docto, muy curtido. Las ediciones de Galaxia-Guttemberg se salen.
ResponderEliminarPor supuesto, guardo con entusiasmo tu artículo sobre la cita de Sófocles.
ResponderEliminarCoincidimos en congratularnos de esta nueva edición del tratado De los nombres de Cristo. Estuve suscrito a la “Biblioteca Clásica” (poseo la colección completa), así que siempre estoy atento a su continuidad, en la nueva editorial que se ha encargado del proyecto.
ResponderEliminarPero en este punto comienzan las discrepancias. ¿Una mierda, el texto de Lázaro Carreter? Aunque sea porque no tuve libros más sobados en el bachillerato, que sus manuales de lengua y literatura, no puedo sumarme al coro de denigradores.
Lo primero que tiene que advertir un avisado lector, es que el “estudio preliminar” de Lázaro Carreter no está puesto ahí como introducción a la obra de fray Luís, ni a este tratado en concreto. Es un texto académico, erudito, que adorna a la edición.
Lázaro Carreter sí alude a la deuda de fray Luís con el modelo bíblico (página xxxiii de la edición), aunque no fue su propósito principal referirse a este aspecto de su creación literaria, sino a su “clasicidad”, como el mero título pone de manifiesto.
No puedo defender con especial solvencia los méritos de Lázaro Carreter (algunos tendría, cuando fue elegido director de la Academia), aunque sí advierto que el “estudio preliminar” es solidario con toda la edición, y seguramente habrá sido colocado ahí por Francisco Rico (director de la colección) o Javier San José (editor del texto). Seguramente han sopesado con muy buen criterio la inclusión del texto de Lázaro Carreter.
No es raro que el estudio se publique “post mortem”. En la misma “Biblioteca Clásica” se da un curioso caso inverso: la edición de la Epístola moral a Fabio (Barcelona, ed. Crítica, 1993) corre a cargo de… ¡Dámaso Alonso! (de hecho, el estudio preliminar de esta edición, de Alcina y Rico, está dedicado a Dámaso Alonso in memoriam).
Según el clásico, no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena. Esto es predicable también de las partes del libro. Francisco Umbral decía que la mayoría de los libros que le llegaban, los tiraba a la piscina. Explicable, pero no imitable. Este texto de Lázaro Carreter, que he leído y me parece magistral, no merece que sea cortado con un “cutter” (o limado con un “cuttex”, para el caso es igual).
http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_L%C3%A1zaro_Carreter
.
p.s. Con tu permiso reproduzco mi comentario en mi blog.
ResponderEliminar