martes, 13 de mayo de 2008

Examen de ciencias

Ya estoy un poco mayor para exámenes: desde los siete a los cuarenta años he hecho no sé si miles y estoy aburrido, muy aburrido. Es muy cansado desaprender todo lo que me han echado encima y además ahora me interesan cosas que nunca me preguntaron.
Me vino a la cabeza un señor mayor que empezó la carrera con nosotros: supongo que le gustaba el latín y el griego, o pensaba que le gustaba; el hecho es que embarrancó en la fonología (archifonema y alófono fueron demasiado para él), y no volvimos a verle.
Todo esto porque me acordé de un poema de la gran Wislawa Szymborska, Los dos monos de Brueghel, que empieza así: Me examino de historia de la gente, / tartamudeo y me confundo.
Cada vez tengo menos claro qué es la literatura y lo peor es que ya no me importa. Sí que me gustaría saber de árboles y pájaros, pero ya no estoy en edad de examinarme de ciencias: en cantos de los pájaros ya sé que sacaría un cero. De nombres estoy pez, de árboles me sé cuatro y los confundo con otros.
Soy el alumno tonto que mira la higuera y se pasma de las hojas y de que esté llena de brevas, el que le pide a los liquidámbares que no crezcan tan deprisa, que no le da tiempo a entender cómo consigue sacar unas hojas tan perfectas de capullos tan mínimos. Quise ir a ver las azaleas del pazo de Fonseca, que me había dicho Jaime que estaban a reventar: fui un domingo (justo cuando me encontré con Landrove) y estaban todas ya muertas: suspenso y hasta el próximo año. Miro con menos atención mi planta de orquídeas y hace dos semanas se suicidaron las cuatro flores de una rama y esta las tres de la otra: y pido otro examen, pero nada, a esperar que se le ocurra volver a florecer.
Menos mal que me aprendí bien lo de las urracas y ahora las veo por todas partes en el camino de la Avenida de Coimbra a la Facultad, y bien que me fijo en los reflejos azules de sus alas; y cuando paso por la calleja (creo que se llama Rúa do Pazo do Carmen, pero es de tierra) de detrás del hotel nuevo y veo las hierbas, me acuerdo del cuadro aquel de Durero y me da rabia, porque son tan bonitas ellas solas las fresas silvestres, las espigas salvajes, hasta las ortigas.
Ayer me aprendí el tordo charretero (o tordo sargento), el red-winged blackbird de Carver, que traducían en español como mirlo de alas rojas. Veo luego la foto de un primo suyo, el tricolor (que tiene además una franja blanca) y no me parece tan mal esa traducción: sí, un mirlo pero con alas rojas:

El tordo charretero es en latín agelaius phoeniceus, es decir, gregario rojo, como explican en esta noticia que me pasó Antón.

7 comentarios:

  1. "ahora me interesan cosas que nunca me preguntaron"

    Creo que así estamos todos. O al menos todos los que aún tenemos interés por algo.

    Discrepo con Ignacio: no es bueno, sino EXCELENTE el post.

    ResponderEliminar
  2. ...cum laude, diría yo :-)
    Ojalá en la Facultad nos hiciesen exámenes de "Cantos de pájaros" o de "Reconociemiento de árboles"; la carrera habría sido mucho más estimulante...

    ResponderEliminar
  3. Jolín, mi higuera preferida que era la del género "hojas a punto de abrirse en lo alto como torres de la Sagrada Familia de Gaudí", y va y resulta que es la del alumno tonto.
    Felicidades por la entrada. No sabes cómo te entiendo. A mí me da vergüenza ir al puesto de flores y decir "¿me da un ramo de ésas?" (como las "huertas y esas cosas" de Carver ayer).
    Penoso penoso, pero más vale tarde que nunca. Gracias por el primor del tordo moteado (lo de charretero queda un poco feo, todo hay que decirlo), merecía un verso en aquel poema de Hopkins:
    Gloria a Dios por las cosas moteadas,
    Por los cielos manchados como la vaca pinta,
    Por los lunares rosa salpicados sobre la trucha que nada...

    ResponderEliminar
  4. ¿Charretero feo? Hombre, a mí me gusta, realmente es un nombre que define muy bien las dos pinceladas de color sobre el fondo uniforme.... Precisamente, si algo no es es moteado :-)

    ResponderEliminar
  5. Esto es todo un proema, poema en prosa, cotidiano y a la vez muuuy grande.

    ResponderEliminar
  6. Vaaaale, no es moteado, tienes razón, Antón (qué dura es la vida del científico, ya me hago cargo de lo que os hacemos sufrir). Pero en cuanto a lo de charretero, me reafirmo:la idea está muy bien, la de que lleva un galón en los hombros, es la palabra charretero-chatarrero-cacharrero... la que se atraviesa, y esa erre doble, que no le pega nada. Y lo del sargento menos todavía, por favor.
    De todos modos, aunque no sea moteado, por esa pincelada primorosa en las alas sí que podíamos hacerle un sitio en el poema de Hopkins, que, después de las truchas, sigue:
    "...
    Las castañas en ascuas al caer,
    Las alas del pinzón,
    La tierra parcelada y repartida...
    Por todos los contrastes, lo original, lo raro, lo sobrante;
    Cualquier cosa que cambia..."

    El pinzón, ése sí que suena bien. ¿Cómo vas a decir "las alas del tordo charretero"?

    ResponderEliminar