domingo, 16 de diciembre de 2007

¡Ya!



¿Ya? Todavía no del todo, aunque sí, ya.
Domingo Gaudete, en el que leo en Spe Salvi que sí, que ya salvados, sí, en esperanza. Y a seguir dándole vueltas a la paradoja.
Ayer asistí al bautizo de la hija de unos amigos: luminosa mañana fría. El sol en Santiago -ahora que podemos verlo- hace un arco como el del arco iris: el sol da de cara porque no puede subir, brilla como los ojos de Ingrid Bergman en Casablanca (la volvimos a ver el viernes).
Yo asistía fascinado al bautismo, como a una película de terror con final feliz: la niña, vestida de un blanco maravilloso -el otro día se hablaba en un salmo del brillo del rostro de Dios- iba adornada como las víctimas del sacrificio en los rituales griegos.
En los bautizos se espera con curiosidad la reacción del niño cuando le echan en la cabeza el agua, como se esperaba en Grecia que las víctimas de los sacrificios movieran la cabeza al espolvoreársela con agua, como esperando de ellas un asentimiento para permitir el tabú del derramamiento de la sangre inocente.
En la capilla de bautismos, sin luz eléctrica, a la luz del sol de diciembre, con niños que correteaban alrededor de la pila, Micaela dejó de ser morita. Asistimos a su muerte real -¡tremenda!- entre sonrisas. No hizo ningún gesto, ni cuando la ungieron -¡la unción!- ni cuando murió ahogada en las aguas.
De allí salió vestida de blanco, ya viva para siempre.
Busco 'bautismo' en este blog y encuentro esto de B16:
Queridos catecúmenos que vais a ser bautizados, ésta es la novedad del Bautismo: nuestra vida pertenece a Cristo, ya no más a nosotros mismos. Pero precisamente por esto ya no estamos solos ni siquiera en la muerte, sino que estamos con Aquél que vive siempre. En el Bautismo, junto con Cristo, ya hemos hecho el viaje cósmico hasta las profundidades de la muerte. Acompañados por Él, más aún, acogidos por Él en su amor, somos liberados del miedo. Él nos abraza y nos lleva, dondequiera que vayamos. Él que es la Vida misma.

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