sábado, 4 de agosto de 2007

En Sanxenxo


Iba a ir un amigo a Sanxenxo [x en gallego = sh en inglés], así que aproveché y me fui con él; allí estaban Verónica y Alberto desde el día anterior: buena ocasión de conocerlos y de ver ese pueblo por primera vez.
Habíamos quedado en la terraza de un hotel en un lado de la playa; llegué yo, les llamé al móvil y me quedé sentado a la sombrita, viendo a lo lejos las barcas, los bañistas, alguien que hacía esquí acuático, uno que empezó a volar en parapente desde el mar, empujado -creo- por una barca: todo eso que es tan exótico para mí como las caravanas del Sahara. De secano que soy. Debía de ser el único en Sanxenxo que iba con pantalones largos y calcetines. Menos mal que iba con mi camisa de Arrow a cuadros azules.
Y qué bonito el mar, azul: es muy bonito el mar en las Rías Bajas; se entiende muy bien por qué viene tanta gente a veranear allí. Si yo veraneara en la costa, allí que me iría, o a Asturias. Algún día de sol, otros de lluvia y ver los barquitos a lo lejos, pero sin mojarme (de los cuarenta parriba no te mojes la barriga).
Llegaron y nos pusimos a hablar como si nos conociéramos de toda la vida. Verónica echaba flores a este blog para que me sonrojara. Contó cosas de la conferencia de Madrid de E. G.-M., de los poemas que leyó después M. d'O. Contó algo más del poema a Beliña: escalofríos.
Se estaba tan bien allí. Hablamos bien de todo el mundo, alabamos a Enrique, elogiamos a David, al que luego llamamos al teléfono, y me hablaron maravillas de Carmen, su mujer.
Yo hice mis pinitos de pedantería: que si el Antiguo Testamento, que si Jiménez Lozano, que si escribir, que si yo antes era un pedante pero ya no.
De allí fuimos a rescatar a los niños: los tres eran niños muy guapos y lo mejor es que eran normales. El mayor estaba enfadado porque la segunda -que miraba con cara de malota- le había roto unas gafas de bucear. El pequeño les miraba con unos ojos enormes.
Salimos: el mayor le pegó un empujón a su hermana. Verónica le exigió que pidiera perdón y lo hizo al instante. Gran chaval, todavía con cara de cabreo pero ya a punto de olvidarse de por qué se había enfadado.
Fuimos a comprar helados. Estábamos en esas y de repente había desaparecido el mayor (seis años tiene). Creo que a partir de ahora me acordaré de eso en lo del Niño perdido y hallado en el templo. Fueron unos momentos, pero angustiosos. Estaba al lado, viendo en la tele el partido del Madrid: ya digo, gran chaval también en eso de sus preferencias deportivas. Le recordé luego a Verónica el relato de Natalia Ginzburg en Las pequeñas virtudes, lo de que los padres pierden la serenidad cuando tienen un hijo, porque su vida empieza a girar alrededor de ellos.
Pasamos al lado de la Iglesia: no entramos porque íbamos con los helados, pero parecía muy acogedora: pequeñita, fresca, umbría, en un día de calor como aquel.
La segunda (unos tres/cuatro años) dijo: mamá, me acuerdo cuando era pequeña-.

5 comentarios:

  1. Qué agradable leer este paseo. Pero hombre, no renuncies a mojarte la barriga y olvídate de esos refranes...

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  2. ¡Cómo es la literatura! Me entero del encuentro de dos amigos y siento un poco de agradable envidia. Luego resulta que hablastéis de mí (alegría) y hasta bien (lágrimas de ídem). Aunque todo eso se queda en el plano (estupendo) de lo individual. Pero cuando cuentas lo del niño perdido y encontrado viendo al Real Madrid la emoción se exalta (épica) y ese final de la niñita recordando cuando era pequeña es estremecedor (lírica). Enhorabuena por la entrada y gracias no sólo por vuestro buen recuerdo sino por la entrada entera, de principio a fin.

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  3. ¡Qué envidia y qué cercanía a la vez! Gracias por la llamada. Dentro de poco Carmen y yo veremos D.m. a Enrique y a Leonor. Ten por seguro que os recordaremos.

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  4. Gracias, querido Arp, por la tarde inolvidable de ayer, por hacerte el viaje hasta Sanxenxo, y por convertir nuestro tórrido paseo en Literatura (y con final feliz, porque Jaime apareció, uf!). Eres un espléndido cronista, y, como te dije, con un alma transparente.

    Un abrazo enorme.

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  5. bonito relato. sin duda la compañía, el mar y el sol hicieron desaparecer los inconvenientes que pueden surgir en agosto en el abarrotado paseo de Sanxenxo. Además, con una camisa Arrow estabas más que preparado para el paseo. Sabes que estas camisas siempre visten, por eso te informo de que en Privalia puedes encontrarlas con un descuento del 65%. la campaña durará sólo hasta el domingo 9 de febrero y para acceder sólo tienes que registrarte.

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