lunes, 16 de mayo de 2005

Ratzinger y yo

Por qué me gustó el libro* de recuerdos biográficos de Benedicto XVI cuando lo leí hace años (y que releí ayer y recomiendo vivamente).
Dos ejemplos:
1. p. 48 Sobre su entrada en el seminario (cf. el texto que puse de Lewis):
Lo que me fastidiaba más era que -en honor a una idea moderna de educación- estaban previstas cada día dos horas de deporte en el amplio campo deportivo de la casa. Esta circunstancia llegó a ser para mí un verdadero suplicio, ya que no estoy lo que se dice especialmente dotado para el deporte y además era, para mi mayor infortunio, el más pequeño entre mis compañeros de estudio, que eran hasta tres años mayores que yo, lo que hacía que mi fuerza física fuera netamente inferior a la de casi todos ellos. Tengo que decir, no obstante, que mis compañeros eran muy tolerantes conmigo, pero a la larga no es agradable tener que vivir de la tolerancia de los demás y saber que, para el equipo del que formas parte, no eres más que una carga.
2. p. 116 Sobre la muerte de su padre:
Nos sentíamos agradecidos de podernos encontrar todos juntos en torno a su lecho y de poderle mostrar una vez más nuestro amor, que él recibía con gratitud, aunque no pudiese ya hablar. Cuando, después de este suceso, volví de nuevo a Bonn, sentía que el mundo se había vuelto un poco más vacío para mí y que una parte de mi persona, de mi hogar, se había marchado al otro mundo.
*Joseph Ratzinger, Mi vida (1927-1977), Editorial Encuentro, Madrid, 2005 (1ª ed. 1997)

1 comentario:

  1. A la muerte de un padre. Me ha emocionado su comentario. Siempre me enternece la sencillez del hombre, su debibilidad humana pese a la fortaleza de su fe.

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