El Congreso
Llegué a Alcañiz con tiempo suficiente como para encontrarme cerrada la secretaría del Congreso y sin saber cómo hacer fotocopias para repartir a quien se dignara escuchar mi comunicación. Al filo de las cinco estaba junto a una fotocopiadora que iba a paso de burra. Al fin pude entregar los materiales a las ocho personas que asistían a mi exposición, en el Salón Parroquial (oficialmente Sala Bernardino Gómez de Miedes), deprimente como todos los salones parroquiales que conozco, con sillas de tijera claramente pensadas para que nadie se quede allí más tiempo del estrictamente necesario. En las paredes, carteles de Manos unidas sobre las diferencias Norte-Sur y fotos pegadas a la pared de reuniones parroquiales: todo tremendamente deprimente.
Tenía doce minutos, que al final fueron más de veinte. No me dio tiempo a explicarlo todo y me aturullé en los últimos minutos. Confiaba demasiado en mis dotes de persuasión y volví a comprobar que estas cosas también hay que ensayarlas: una buena lección. El mensaje básico llegó al público (creo), aunque tengo más confianza en la lectura del texto escrito, que todavía tengo que reelaborar a fondo. Si alguien quiere la versión 1.0 de "Aves que nadan y peces que vuelan en fray Luis de León", que me escriba. Allí encontrará explicación (creo que buena) de este pasaje.
El resto del Congreso lo pasé oyendo algunas comunicaciones, hablando con gente conocida de proyectos en común, conociendo a otros. Hablé con gente ilusionada en su trabajo de investigación: no es poco en estos tiempos que corren.
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