No olvidéis la hospitalidad, gracias a la cual algunos, sin saberlo, hospedaron a ángelesτῆς φιλοξενίας μὴ ἐπιλανθάνεσθε, διὰ ταύτης γὰρ ἔλαθόν τινες ξενίσαντες ἀγγέλους 13.2).
Luego seguí leyendo y pasé a la Carta de Santiago, donde dice:
Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con anillo de oro y vestido espléndido, y entra también un pobre mal vestidoἐὰν γὰρ εἰσέλθῃ εἰς συναγωγὴν ὑμῶν ἀνὴρ χρυσοδακτύλιος ἐν ἐσθῆτι λαμπρᾷ εἰσέλθῃ δὲ καὶ πτωχὸς ἐν ῥυπαρᾷ ἐσθῆτι (2.2 ).
Me llamó la atención primero lo del anillo de oro, pero porque lo dice con una sola palabra, que además es única en la literatura griega: χρυσοδακτύλιος (chrysodactylios, el-del-dedo-de-oro) y luego habla de un pobre mal vestido (πτωχὸς ἐν ῥυπαρᾷ ἐσθῆτι). Hay un ejemplo en textos que estoy traduciendo ahora en clase, en concreto del canto XVII de la Odisea, donde Ulises, disfrazado, es descrito por su hijo Telémaco como pobre, mendigo (πτωχὸς 18) y se dice que va con ropas muy malas. Pero resulta que ese mendigo con harapos es el rey, que será maltratado por los pretendientes de Penélope, okupas de su palacio, que solamente se fijarán en sus harapos. Luego, cuando se descubre como quien es realmente, no pueden ya hacer nada y sufren su venganza.
No hay que tratar a alguien pobre bien porque vaya a ser un rico disfrazado, esa no es la cuestión, pero es interesante ver los paralelos. Hay que ver más allá de los harapos del pobre.
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