Había leído hace más de veinte años El primer círculo, de Alexandr Solzhenitsyn, que me había impresionado mucho y del que no recordaba prácticamente nada, solamente una escena, un personaje, de las decenas que hay en este gran libro de casi 750 páginas y 96 capítulos.
Lo he leído ahora, como si fuera de nuevas, todas las noches de estas últimas semanas, un capítulo o dos al día, impresionado. Son, como dice la nota final del autor, "retratos sacados del natural". Ves que aquí hay un trasfondo de veracidad en la multiplicidad de personajes vivos (ese lío con los apellidos, nombres y patronímicos, además de los motes, tan de las novelas rusas), en los continuos diálogos, porque es una gran novela de conversaciones, en el modo de funcionar en la cárcel (y también en el Moscú de la época) que se describe tan en detalle. Hay una escena de un arresto y posterior internamiento en la Lubianka, impresionante. Hay un retrato de la mujer de uno de los presos, inolvidable (pero yo me olvidé y lo he releído impresionado ahora).
Se trata de una cárcel con científicos de alto nivel, el primer círculo del infierno de cárceles del estalinismo. Solzhenitsyn en Un día en la vida de Iván Denisovich, libro que me noqueó en la adolescencia, comenzó a hablar de su experiencia en el sistema de campos de concentración soviéticos, y luego sacó Archipiélago Gulag, el testimonio de múltiples voces que recopiló sobre el sistema carcelario estalinista, un horror de maldad, un abismo de abyección para el género humano. Esta novela es como una aplicación de esa magna obra histórica, pero centrándose en un aspecto, quizá el menos sórdido en lo que se refiere a circunstancias externas, de toda esa opresión de un régimen que se había apoderado de Rusia. Como no se centra en lo más tremendo de los campos de concentración soviéticos (esos fríos polares de Kolimá, las palizas, los viajes interminables en trenes de ganado, la tortura psicológica continua) puede dedicarse aquí a plantear el que quizá sea su gran tema de fondo (al menos por lo que he leído de Solzhenitsyn; también Pabellón de cáncer, otra impresionante novela): el sentido de por qué seguir viviendo, el cómo vivir en un mundo de maldad, que te convierte en un ser que no existe. Curiosamente, no hay rastros, que yo haya visto, de estoicismo, ni de lejos. Los personajes de esta novela viven con condenas enormes, perdiendo allí su juventud, la posibilidad de tener hijos, de ni siquiera poder escribir a sus mujeres, desaparecen del sistema, ni siquiera pueden pensar en dejar un recuerdo. Todo está más centrado en lo cotidiano, en seguir adelante, sin plantearse más. Es tremendo. En cierto modo es como un comentario al lasciate ogni speranza voi ch'entrate. Solamente hay mínimos atisbos de esperanza.
Yo estaba pensando mientras lo leía en nuestra realidad política, con el tipejo que padecemos. No quiero decir que sea Stalin, pero hay puntos de contacto: el sistema ha creado víctimas, por ejemplo los falsamente acusados de "violencia de género", que han pasado por cárceles. Es una ironía lo que le está pasando ahora a Errejón, caído en las trampas de esa red de mentiras que el contribuyó a crear junto a esos de Podemos, ese cáncer que llevamos diez años padeciendo, la enésima reencarnación del comunismo que se ve en este libro; quizá por eso yo no tuve nunca la más mínima simpatía por ellos, tan subiditos en su superioridad moral, mientras veía con asombro el arrobo con el que los miraban muchos, empezando por buena parte de los periodistas españoles.
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