Me sorprendió encontrar en la Ilíada ἀεικέα λοιγόν (aeikéa loigón 1.97), denominar la peste como ἀεικής a-eikés, no probable, contra lo conveniente, contra lo que se supone (τὸ εἰκός to eikós). Es una peste que no se sabe qué pinta ahí.
Eso es lo que sentimos cuando tuvimos nuestra peste reciente, el coronavirus, una incomodidad de no saber qué pasaba, del descoloque, de no tener previsiones ni saber por dónde tirar.
Al inicio de la Ilíada están muriendo los soldados por esa peste y ninguno de ellos sabe el motivo. Sí que lo sabe el auditorio, nosotros: es Agamenón, porque no quiere devolver a la hija del sacerdote de Apolo. Los griegos acuden al adivino Calcante para que les explique el motivo de la ira del dios arquero, que lanza flechas de enfermedad sobre el ejército. Calcante, cuando le da garantías de inmunidad Aquiles, explica el motivo de la peste. Y entonces ya sí que es una peste con-sentido.
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