Me llevo grandes sorpresas leyendo a fray Luis de Granada, su Introducción del símbolo de la fe.
En ese tratado de la naturaleza que es, empieza a hablar de perros y los ve, como toda la Creación, en relación con el hombre, como seres queridos por Dios para este. Habla de perros de caza, de perros que ayudan de diversos modos al hombre, pero acaba hablando del valor de unos que parece como que no sirven para nada, los perritos falderos (pongo negritas y subrayados yo):
Y ya que en este capítulo señalamos todas las especies de canes, no puedo dejar de maravillarme de la suavidad y regalo de la Providencia divina en haber criado otra especie muy diferente de canes, que son perricos de falda, los cuales nadie puede negar haber sido criados por la mano del Criador. Porque, dado caso que un individuo se engendre de otro individuo, como un can de otro can, mas tal o tal especie de canes o de otros animales, sola la omnipotencia de Dios puede criar. Pues, ¿qué mayor indicio de aquella inmensa bondad y suavidad que haber querido criar esta manera de regalo, de que se sirven las reinas y princesas y todas las nobles mujeres? Porque este animalico es tan pequeño que para ninguna otra cosa sirve de las que aquí hemos referido, sino para sola esta. De modo que, así como él crio mil diferencias de hermosísimas flores y perlas y piedras preciosas, muchas de las cuales para ninguna cosa más sirven que para recrear la vista, y darnos noticia de la hermosura del Criador, así crio esta especie de animalillos para una honesta recreación de las mujeres. Porque como ellas hayan sido formadas para regalar y halagar los hijitos que crían, cuando éstos les faltan, emplean este natural afecto en halagar estos cachorrillos, los cuales tienen tanta fe con sus señoras, que no se quieren apartar de ellas, y sienten mucho cuando van fuera de casa, y alégranse y hácenles gran fiesta cuando vuelven, y búscanlas por toda la casa cuando desaparecen, y no descansan hasta las hallar. Por lo cual me dijo una muy virtuosa y noble señora que una cachorrilla que tenía la confundía, viendo que no buscaba ella con tanto cuidado a Dios como la cachorrilla a ella. Veía, pues, el Criador que el corazón humano no podía vivir sin alguna manera de recreación y deleite, y porque esta inclinación, que es muy poderosa, no lo llevase a deleites ponzoñosos, crio infinitas cosas para honesta recreación de los hombres, por que, recreados y cebados con ellas, despreciasen y aborreciesen las feas y deshonestas (149-150).
Yo, de perros falderos, siempre me acuerdo del de Felipe Próspero
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