Íbamos a ver Pinocho el sábado y yo no estaba muy seguro de aguantar mucho, porque ya conté que tuve un grandísimo trauma con la versión de la RAI de mi infancia y le había cogido manía. En esta versión también estaba la RAI. Adelanto el desenlace: me gustó muchísimo: la RAI ha condonado su deuda con mi infancia maltratada.
Una clave de por qué sí que me gustó esta versión es que hay polvo, pero no barro. Gepetto lo interpretaba Benigni, que no me cae muy bien, pero que luego tampoco sale tanto: mejor. Lo que me ganó en este Pinocho fue el protagonista, el niño que hace de Pinocho. Vimos la versión doblada y por una vez creo que debe de estar a la altura de la original: muy bien la voz del niño, todas las voces.
Yo empecé poniéndome a pensar qué relación había con argumentos como el de Frankenstein, por eso del creador y su criatura que le sale respondona, pero por suerte me olvidé de todo tipo de teorías, fascinado ante el desarrollo de la narración, la música, la escenografía, los paisajes entre desolados y metafísicos, los personajes animalescos pero no repelentes ni waltdisneyanos, las fascinantes marionetas. Qué bien todo. La verdad es que me pareció una grandísima película, un milagro, porque ¡hay tantas cosas que podrían haber salido mal!
Quizá la clave esté en la profunda simpatía que tiene la película por todos los personajes. Y la asombrosa proporción entre un grado de realismo, italiano, desvencijado, pero en el fondo noble, y unos puntos de fantasía -con ribetes de la Commedia dell' arte- del mundo de los cuentos, con guiños a Jonás, Circe y las fábulas, que es prodigiosamente justa. Yo me he acordado de Alfanhuí: algo de ese aire creo que hay: una limpieza del aire, un intento de inocencia que no niega la existencia del mal.
Luego he visto que hay reseñas muy negativas junto a otras muy positivas: supongo que es una cuestión de afinidad con una estética y un modo de ver las cosas. Tampoco sé si se lo recomendaría a niños: quizá sí. Yo me reí mucho, hacía tiempo que no me reí así con una película.
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