Ya no sé cuántas veces he leído ese libro, que me parece que es mi favorito de Delibes. Impresiona que, 75 años después, sus personajes sigan vivos, realmente vivos, cercanos. La clave es Lorenzo, un protagonista narrativamente inverosímil, porque no debía de haber muchos conserjes que escribiesen un diario (ahora en cambio los hay hasta Doctores en Letras). A Delibes le aceptamos este pacto narrativo, cómo no, porque, a cambio, nos transmite la vida viva. Eso ayuda hasta para que las descripciones sean más sencillas y por ello más eficaces:
De día es aún más hermosa la vista de la ciudad. Al pie de la casa brillan los carriles de la estación y se divisa el movimiento de los trenes sin que se oiga su jadeo. La ciudad queda enfajada por el río y de la otra orilla hay un extenso campo de remolacha, protegido por unos tesos rojizos, salpicados de vides. En las otras direcciones, la ciudad se pierde en unos arrabales polvorientos.
En esta lectura me han gustado especialmente los pasajes de caza, justo lo que antes menos me llamaba la atención. También la actitud ante la vida que se transparenta: mirando para adelante, trabajando lo que haga falta, siendo felices con poco.
Ya puse alguna, pero otras expresiones que recuperé, que antes oía normalmente y ahora ya no, son:
["Acertarse" como "sentirse a gusto con"] Yo me acierte con él [el calibre 16 de la escopeta].- No tira la cocina. (...) Estaba hecha a la cocina de la otra casa y esta le extraña [Yo creo que debería ser «la extraña»: la madre extraña la cocina, no se acostumbra a ella; teniendo en cuenta los leísmos y laísmos de Valladolid y todo, lo que cuadra, creo, aquí es "la". "Le extraña" es el uso habitual de "le resulta raro"].- No es el pellejo sino la acción lo que me giba.- [como regalo de boda] compramos una panera que dice la Amparo es de mucho gusto.
Recuerdo decir de pequeño "no te giba", en vez de "no te joroba"; creo que porque era como salía en los tebeos; no sé si en Mortadeo y Filemón o en Zipi y Zape, que era lo que yo manejaba.
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