Esos días mi madre me estuvo arreglando una chaqueta. A propósito de eso le salió una palabra, esbarbojar, que usó para hablar de que la manga se deshilachaba, como que le salía barbas. Fue arreglándola en los ratos en los que no estaba preparando la comida o jugando al parchís conmigo contra mis hermanas.
La principal metafísica que se puede intuir del parchís es que, siendo bueno empezar bien, sacando pronto cincos, a ser posible, lo más importante es colocar todas las fichas en casa: finis coronat opus. Esto tiene muchas consecuencias vitales, pero no me voy a poner aquí a detallarlas.
En el terreno comunicativo, mis hermanas usaron tácticas de desfondamiento psicológico, recordándonos lapsos de falta de atención en los que lamentablemente caemos: a ellas no se les escapa nada. Nosotros habíamos sido derrotados la última vez y empezamos mal: llegamos a tener un humillante parcial de 0 - 4. Pero nos sobrepusimos y al final estuvimos a punto de empatar: el resultado de 6 - 8 nos supo bien.
Estos primeros días de enero me volví a leer por vez número no sé, porque es mi libro favorito de Delibes, el Diario de un cazador. Ahí habla del parchís:
Eché un parchís con Zacarías, Tochano y el Pepe. Tochano dice que esto del parchís está bien para los chicos. A mí me parece más distraído que las cartas. Uno pone mucha pasión en el juego y todo eso de las barreras y las comidas y los seguros está pero que muy bien traído.
Disfruté mucho también de frases que me encontraba y que hacía tiempo que no oía, por ejemplo decir "escapado" como "aprovechando la ocasión":
[En la agonía del Pepe] el cura dijo escapado que ...
Hasta frases sencillas, que me parecen normales pero llevo tiempo sin escuchar:
[Ante la noticia de la muerte del Pepe] El hombre parecía afectado.
O esta otra:
¡Valiente novedad!
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